11/11/2018
MÉXICO DF
Ovación e indulto del toro Fantasma-82
Enrique Fraga
Rompía en lágrimas Diego Ventura mientras veía a Fantasma irse de vuelta a la vida con toda la eternidad a cuestas y mientras miraba a aquel embudo inmenso roto de emoción y de pasión, miles de almas coreándole “torero, torero”… Rompía en lágrimas el Genio mientras dejaba caer todo el peso de su alma rota de felicidad sobre las tablas de la México, alzando la mirada al cielo, ese cielo que acababa de tocar y de hacer suyo. Superando todos los sueños. Y se bebía sus lágrimas cuando recordaba los momentos más difíciles de su vida y su gente le animaba a seguir convenciéndole de que la recompensa a tanto esfuerzo, a tanto trabajo y a tanto sacrificio tenía que llegar. Y ha llegado, ya es suya, ya la tiene en sus manos en un año 2018 que, no sólo no olvidará él, sino que no olvidará nunca la historia misma del toreo, a la que Diego Ventura ha encumbrado en uno de esos escenarios donde las cumbres lo son de verdad. ¿Ha sido la mejor faena de su vida, la más redonda, la más completa? ¿Se puede siquiera pretender comparar algo así en quien tiene el privilegio en su poder de haber cortado un rabo en Madrid? Será cuestión de prismas y de matices, pero lo cierto es que la de hoy en la Monumental Plaza México es ya una de las grandes faenas de rejones de la historia. Perfecta en todo de principio a fin. Desde que Fantasma saliera al ruedo con tantos pies correspondiendo al gesto de Ventura de irse a buscarlo a portagayola con la garrocha. Su bravura encendida se hizo presente con claridad deslumbradora, así que no le cupo duda al Genio, que se fue de primeras a por Sueño para convertir aquello en un sueño para todos. Porque sólo en los sueños cabe la perfecta exactitud de cada una de esas pasadas por dentro, tan por dentro, entre el toro y lo que la suerte quisiera, dominando también ahí Diego los tiempos de la suerte que no es suerte sino maestría que la voluntad del hombre va tallando. Y porque sólo en los sueños cabe esa banderilla puesta después de dejarse venir al toro sin parar, de frente y desafiante, para metérselo tan debajo y en tan poco espacio que imposible pareciera. O aquella otra, que tanto recordó a la de Madrid el 6 de octubre, de nuevo dejándose venir a Fantasma, perdiéndole pasos mientras que él los ganaba y batirle cuando la grupa de Sueño casi acariciaba las tablas para clavar y salir por más que pareciera más imposible todavía. Sueño es el sueño cumplido de Diego Ventura y hoy lo demostró en el escenario de toros más grande del mundo. Y porque sólo en los sueños de quien hace de la vida un puro soñar cabe que, de pronto, aparezca en un día tan grande un caballo de cuerpo pequeño y corazón como la misma Monumental, de nombre Gitano, capaz de volver majaretas a miles de personas a la vez con su forma de clavar al quiebro y al violín. Él, Gitano, de quien hace apenas dos meses empezamos a saber… Y porque sólo en los sueños cabe el par a dos manos sin cabezada con Dólar más rotundo, emocionante y perfecto de cuantos Diego ha logrado nunca y mira que los ha puesto rotundos, emocionantes y perfectos. Pero como éste… Porque se le vino de frente y encendido Fantasma, al trote, prontísimo, sin margen alguno para la duda y porque le aguantó Ventura el reto y de frente se fueron ambos para firmar ese par que ya tiene un hueco en la historia de los momentos más grandes del toreo a caballo. Ya ahí se le saltaron las lágrimas al hombre porque el torero que lleva dentro y que le alimenta el alma le había hecho tocar el cielo. Un coro con miles de almas le aclamaba “torero, torero”, mientras que el Genio se abrazaba y besaba a Dólar, su caballo, como quien besa a lo que más quiere en el mundo… La rueda de cortas con Toronjo mantuvo el hilo de la emoción y fue coger Diego el rejón de muerte y empezar la Monumental a pedir el indulto. Se le encendió la mirada al torero mientras la clavaba en el palco, que no quiso distinguirse de la multitud que siempre tiene la razón y le entregó la eternidad compartida a Fantasma y a Diego Ventura. Que rompía en lágrimas porque sabía que acababa de tocar el cielo con sus manos… Tuvo su primer toro la exigencia de lo reservón que fue y del temperamento que desarrolló cuando sintió la cercanía de la cabalgadura. Pero es que hubo Diego de pisar muchas veces esos terrenos de mayor compromiso, justamente, porque era donde le esperaba el ejemplar de Enrique Fraga, al que recibió con Jaguar. Ya en banderillas, lo toreó por la cara con la grupa con Oro, yéndose a buscarlo para provocarlo muy en corto y meterse por dentro, exponiendo siempre porque la respuesta del toro era realmente incierta. Dos banderillas clavó antes de sacar a Bronce, con el que estuvo magistral, lidiador siempre por la cara, valiente por la decisión con que, precisamente, colocaba la cara de Bronce tan entre los pitones del burel, y con esa expresión tan natural y tan torera con la que torea este caballo, confirmado ya como uno de los grandes de la cuadra de Ventura. También hubo de meterse mucho con el toro para las cortas ya con Toronjo, volcándose para propiciar el ajuste más cierto y la mejor reunión. No hicieron justicia los dos pinchazos previos al rejón definitivo a la labor en conjunto de Diego Ventura, que mereció más y que lo puso todo. Todavía tuvo la tarde-noche un pellizco más antes de terminar. Como El Payo fue cogido por el segundo toro de su lote, renunció Diego Ventura a la salida en hombros y se marchó a pie. Gesto de hombre y de torero, de respeto y de gallardía. Se fue a pie queda dicho, aunque en volandas, rodeado de decenas de fieles felices que le miraban, le tocaban y le acariciaban. Es lo propio cuando se está ante alguien que ha tocado el cielo con sus manos…