Madrid, desde Lisboa: meta y refugio del Genio

Y a la vuelta de la esquina vuelve a estar Madrid. Las Ventas. San Isidro y la segunda de las comparecencias de Diego Ventura en la primera feria y plaza del mundo. En la cátedra. En la catedral también. En su plaza por excelencia. Lo dicen los hechos: la plaza que ha conquistado ya quince veces. Un hito para la historia escrito en tiempo presente. Diego Ventura regresa este sábado a Las Ventas. Segundo mano a mano. Esta vez, con Andy Cartagena como compañero de aventura y los toros de Los Espartales. El run run de otro triunfo grande está ahí: en el ambiente y en el ánimo del público y de los aficionados. "¿Volverá a pasar?", se preguntan con la expectación de lo posible. Pero si fuera, nunca será sencillo. Porque nada lo es en el camino diario y constante de la búsqueda de la perfección. Esa perfección que se persigue para elevar aquello a lo que dedicas tu vida: el toreo, el rejoneo. Por eso en días de vísperas como éstos, el Genio se aísla, se refugia en su paraíso del alma, en su cuna, en el lugar donde todo encaja. Diego prepara estos días Madrid en su finca de Herdade do Pancas, en el balcón desde donde se ve Lisboa más bonita que casi desde ningún sitio. Donde no hay prisas. Donde todo es paz. Y reflejo de sueños cumplidos. Donde el torero y el hombre se reencuentran y se reconcilian. Donde no hay límites, sólo campo, sólo vida, sólo la libertad campando a sus anchas.

En este enclave de privilegio, Ventura es, sobre todo, Diego. Y allí respira. Y mira alrededor y le encuentra sentido a todo. Y torea. En libertad también. Más libre y más él que nunca. Sin paredes ni límites. Enmedio del todo. Rodeado de la naturaleza, de las yeguas, de sus potros, de los bravos de su ganadería, de las aves, del aire que llega melancólico desde la melancólica Lisboa, del aroma a marismas. Como si fuera La Puebla, pero en Portugal. Allí Diego Ventura torea sin horas. Por la mañana temprano, a mediodía, por la tarde y al atardecer. Torea sin parar como si no hubiera mañana. Es la responsabilidad y la exigencia de quien sabe cuánto se espera de él y de quien no se concibe si no es dándolo todo. Es lo que tiene ser quien es. Son días de pausa tensa, de calma a punto de dejar de serlo, de paz antes de que explote la guerra interior que le mueve a seguir conquistando. "¿Volverá a pasar?", se preguntan ya los aficionados, en lo que Ventura se concentra todo en su plaza por excelencia. En Madrid. En Las Ventas. En la cátedra. Allí donde seguir escribiendo la historia del rejoneo en tiempo presente.