La lluvia lo deja a medias en Albacete

09/09/2018
ALBACETE
Ovación en el único toro que pudo matar
Ángel Sánchez
Bien encaja hoy eso de que los elementos se alinearon para que Diego Ventura –raro es- se marche a pie de Albacete, una de las grandes plazas para sus grandes obras. Hoy no pudo ser y sucedió la excepción que confirma la regla. Sobre todo, porque la lluvia se hizo presente y en forma creciente aguando la expectativa del público que casi llenó La Chata. Justo fue apareciendo de menos a más durante la primer faena de Ventura y ya no dejó de crecer hasta llegar a provocar la suspensión de la corrida. Porque llovió torrencialmente, sobre todo, durante el cuarto toro y, ya cuando fue el segundo turno de Diego, el escenario se puso imposible. El del cielo y el del suelo. El primero, cerrado en aguas. El segundo, inundado de ella. Como quiera que sólo pudo recoger una ovación en su intervención inicial, el jinete se fue a pie. Por raro que parezca. Más aún, tratándose de él y de Albacete. El fallo en primera instancia con el rejón de muerte privó a Diego Ventura de obtener premio en su primer toro. Apareció la lluvia y hubo de poner el jinete un plus para que la gente no se enfriara y se metiera en su faena. Y lo logró. Fue a base de esa máxima de toreo total que caracteriza a las faenas del rejoneador cigarrero. No hay un solo tiempo muerto, cada momento se conecta con el anterior y con el siguiente haciendo de cada lidia una historia contada en el lenguaje del rejoneo de mayor nivel. Paró a su primer oponente con Bombón, con el que clavó tres rejones de castigo buscando fijar al ejemplar de Ángel Sánchez. Ganó en despaciosidad y ritmo a compás la faena ya en banderillas con Guadalquivir, temple líquido que se derrama natural en cada acción, en cada uno de los tiempos perfectos de su forma de cuartear sin abrirse más de lo preciso para propiciar la pureza en la reunión. Con Bronce luego se encargó Diego de hacer que la gente se olvidara de los paraguas aunque siguiera lloviendo. Dejó tres banderillas envuelta cada una de ellas de la importancia con que todo resulta con este caballo, que pisa y conquista terrenos imposibles por momentos por cuanto expone el torero, literalmente metido entre los pitones, dejando que el caballo se asoma a la mirada del toro, soltándole las riendas y lidiando por la cara con una conjunción admirable. Fue el tramo de mayor intensidad de este primer acto, que Ventura consiguió prolongar luego con Quillas, espectacular y emocionante al construir el cite con levadas que sólo dejan de serlo cuando ya la cabalgadura llega a dos metros del burel. Pinchó con el rejón después de las cortas y se le escapó el premio que bien se había ganado. Ahí terminó su paso por La Chata este año. Como queda contado, la lluvia arreció hasta hacer imposible seguir toreando justo cuando le tocaba a Diego medirse a su segundo. Un lamento, sin duda. Sabor agridulce.