En el adiós de Eduardo Arroyo, un genio que amó los toros

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Ha sido la nuestra con él una relación breve, pero para siempre le agradeceremos ya que legara al toreo y a Diego Ventura una de sus últimas obras, desde luego, la última de inspiración taurina, la que sirvió para anunciar la histórica corrida del pasado 6 de octubre en la Plaza de Toros de Las Ventas de Madrid. Ha muerto Eduardo Arroyo. Sin duda, uno de los grandes artistas españoles del siglo XX y lo que va del XXI. Un genio de la figuración, un rebelde con causa que hizo del arte –de la pintura, de la escultura, de la escritura y hasta del periodismo- una constante huida hacia adelante. Incluso ante la enfermedad con la que peleó durante los tres últimos años, también hacia adelante fue el destino de sus pasos. Creando sin parar y a pesar de todo. Aunque le faltaran las fuerzas, creaba. Como con el cartel de Diego Ventura para Madrid. Un encargo que aceptó sin duda ni excusa alguna y en el que volcó la ilusión por unirse a través de él a esa corrida a la que, con su arte, ayudó también a dotarla de la condición de acontecimiento. Porque, como dijo Andrés Amorós el pasado 1 de octubre en Sevilla en el acto de presentación del cartel de Madrid, unía a “dos rebeldes con causa, dos inconformistas, dos artistas que siempre quieren más”.

De hecho, su enfermedad fue el motivo que impidió que el maestro Eduardo Arroyo nos acompañara en esa presentación ideada en primera instancia en Madrid, en algún lugar de referencia de la cultura española. Aplazamos su fecha porque Eduardo quería estar con Diego y Diego quería que le acompañara Eduardo. No pudo ser y el acto, casi en vísperas del 6 de octubre, se llevó a cabo en Sevilla. Tuvo que ser así, como lo ha tenido que ser también que una de las últimas obras de alguien de su prestigio fuera para Ventura y su día más grande. También lo destacó Andrés Amorós: “Que Eduardo Arroyo acepte componer un cartel taurino es un gran valor para la Tauromaquia, la proyecta internacionalmente desde la cultura porque Eduardo Arroyo es una referencia internacional de la cultural con mayúsculas”. De ahí nuestra gratitud siempre, pero más aún en la hora de su adiós. Un adiós que no es para siempre porque queda el legado de su genialidad. En cada obra, en cada reto, en cada grito. Y queda también nuestro reconocimiento y consideración por su trato dispensado, por el regalo de su tiempo y, más aún, de su ilusión, por su generosidad y humildad y por el gran gesto para con la Tauromaquia al sacar fuerzas de la debilidad y componer el cartel del 6 de octubre en Madrid. Que sólo podía ser suyo. Como el de Antonio Ordóñez para la goyesca de Ronda. Otro regalo, otro grito, otra llamada a la libertad de crear sin estereotipo alguno, sin más orden ni marco que el de la libertad de crear. Como la Tauromaquia misma. En su nombre hoy le damos las gracias eternas y expresamos nuestra admiración a Eduardo Arroyo, un genio que amó los toros. Uno de los nuestros.