El rugido del león

13/09/2019
GUADALAJARA
Ovación y dos orejas
Luis Terrón
 
Tratándose de Diego Ventura, que la tarde en Guadalajara comience recibiendo un premio que lleva el nombre de Iván Fandiño y teniendo la posibilidad de buscar en el cielo a su amigo y brindarle el galardón y todo cuanto viniera después, es como rociar con gasolina una candela. Enseguida se convierte en un gran fuego. Porque Iván para Diego es mucho. Lo sigue siendo y lo será siempre. Hubo lazos que les unieron y les acercaron, pero también compartieron un nexo común que, como la candela, les prendía dentro por igual: la rebeldía con causa. Por eso sentir ese premio en sus manos, prendió el ansia de Ventura por impregnar del calor de la emoción el frío meteorológico de este otoño adelantado que se deja sentir tan de golpe y traicionero en media España. Y fue toda la de Diego una tarde soberbia. Rotunda e implacable, sin más conque que el hecho de que pinchara a su primero después de cuajarlo más allá de lo que parecía posible frente a su sosa manejabilidad. Pero lo cuajó. Entre otras cosas porque puso él cuanto le faltó al astado de Luis Terrón, al que se fue a buscar confiando en su fondo de nobleza, llegándole mucho, ganándole la acción para que fuera su voluntad la que se impusiera. Y por ello logró construir una labor muy ligada y creciente en su conexión con el tendido. Eléctricos los quiebros con Líoapurando al máximo los tiempos para propiciar embroques de un ajuste insuperable. Como luego con Bronce, ese caballo capaz de saltar por encima de todos los precipicios, a los que se asoma con la suficiencia de quien tiene el valor natural que soporta su inmensa capacidad para poderle a todos los toros. De no haber marrado con el acero final, Ventura podría haber cortado, desde luego, su primer apéndice. Eso le arreó aún más para su segundo turno. Porque sentía que, estando en su tierra de adopción, no podía fallarle a Iván. Y oyó dentro de sí el rugido del león, así que emergió el Ventura más colosal para componer una obra magistral. Sin una mácula, como un guión perfecto. Encajado, preciso y acompasado. Fue una faena de un ritmo sostenido que pareció dominar el tiempo todo de la tarde, de ese momento en Las Cruces. Con dos cumbres:Nazaríy Dólar. Uno es el dueño de todos los cánones. Resulta muy difícil imaginar un caballo más completo en la historia del rejoneo. El otro es la materialización en tiempo presente del rejoneo que cabría esperar en el futuro. No es necesario: ya está aquí. Dólares la simbiosis total entre la mente del hombre y el corazón del animal. Solo que uno y otro se retroalimentan hasta hacerse difícil descifrar en qué momento es el corazón del hombre y la mente del animal la que se cambian los papeles. No erró esta vez el jinete de La Puebla del Río con el rejón de muerte y agarró con fuerza, con rabia y feliz las dos orejas que le ponían en paz consigo mismo. Con lo que hubiese querido Iván de Diego y con lo que Diego quería para Iván…