El mejor final posible

21/10/2017
VILA FRANCA
Dos vueltas
Casa Prudencio
Y llegó el final. El final de una temporada excepcional, un año soberbio y redondo de principio a fin. Sin tregua alguna en el triunfo, sin pausa en el nivel de autoexigencia de un torero que hace tiempo ya que compite consigo mismo. Diego Ventura ha cerrado hoy en Vila Franca una campaña, a priori, difícil de igualar. Si bien, su propia trayectoria dice que ya llegará la siguiente para que él mismo se encargue de superarla y de superarse. Como colofón, ha querido el jinete hispanoluso que fuera en su país natal y en el marco del homenaje a un caballero, José Pereira Palha, hacia el que, como a tantos mayores, Diego le profesa el máximo respeto. Bonito su gesto, pues, de recibir al novillo de su lote montando a Campina, una de las novedades en su cuadra en 2017, y que es fruto de la yeguada del propio José Pereira, con la que Ventura imprimió temple y pulso a la acometida de su buen oponente, que respondió con ímpetu y celo a las cabalgaduras. Ese temple inicial se convirtió en un delirio cuando, ya en banderillas, el rejoneador de La Puebla del Río toreó con Roneo, caballo que ha cubierto un espléndido final de temporada. Su toreo a dos pistas entusiasmó a la parroquia por esa capacidad de enganchar al toro tan a milímetros y tirar de él, como imantado, a esa misma mínima distancia. Luego, dejó banderillas bajo la máxima del ajuste al límite por cuánto se lo dejó llegar y se lo metió bajo el estribo a la hora de clavar. Sacó luego a Lío, con el que Diego Ventura elevó aún más el tono artístico de su faena en quiebros imposibles si no fuera porque cada tarde él los hace posibles. Excepcional el año que se ha marcado Lío, hasta el punto de haberse convertido en uno de los cimientos de la cuadra venturista desde el mismo momento de su aparición. Sin duda, Lío es una de las más bonitas conclusiones que deja 2017. Como fin de fiesta, como rúbrica a la tarde y a la temporada, como dejando al pie de un libro plagado de capítulos gloriosos, Ventura regaló a Vila Franca, a Portugal y a su afición un espectacular par a dos manos con Dólar sin cabezada, con el que llevó a lo más alto la pasión y la felicidad del público. Esa misma felicidad que Diego Ventura paseó prendida en la expresión de su rostro durante las dos vueltas al ruedo que dio con la compañía de su hijo Diego. Sin duda, el mejor final posible.