Diego Ventura y Gitano son otra historia

08/09/2018
DON BENITO
Dos orejas y dos orejas y rabo
La Castilleja
La frase –el titular- es de Agustín González Arjona y es profundamente cierta: Diego Ventura y Gitano son otra historia. Un acontecimiento en sí mismo. Como una explosión. Una sorpresa que no te esperas. Un deslumbramiento. Un chispazo –casi un calambre- que, de golpe, dispara el diapasón de la felicidad entre el público, que no se lo espera y, de pronto, sucede. Tal que así: se va de frente el torero al toro, como es costumbre, apura el embroque y carga la suerte allí donde la acometida del burel radiografía por completo los pechos del caballo, se queda en el sitio, para, sin irse, sortear la embestida y, finalmente, clavar al violín. Un puro espectáculo que traslada a quien asiste a él que está viendo algo que nunca antes vio. Al menos, nunca antes como en él. Como ayer en Moura, hoy volvió a pasar en Don Benito. Hasta por dos veces. Como confirmando a quien no terminara de creer que había visto lo que no podía creer haber visto. Un deslumbramiento, un chispazo –casi un calambre-. Una bendita locura en forma de toreo llevado al extremo de su fantasía para seguir ampliando la época de quien una época está marcando. Porque lo de Ventura y Gitano ya es otra historia. Una explosión que prendió las llamas de la pasión por la que el toreo existe. Y eso que el toro de La Castilleja –el quinto- salió parado y algo reservón, que se movió menos. Pero el momento de plenitud de Diego Ventura es también otra historia, otro nivel desde donde reinar y, a buen seguro, buscar horizontes nuevos para un arte que el rejoneador de La Puebla del Río lleva cada día más lejos. La torería de Lambrusco, la clase de Guadalquivir, la emoción de Quillas, la doma perfecta con Dólar… Los pilares de una faena gigante en manos de un torero que es otra historia. Los máximos trofeos sin discusión alguna. Dos orejas le cortó al primero, un bueno toro de La Castilleja, en cuya faena fue fundamental Bronce. La sublimación del temple, el desafío a toda ley que regule los espacios, el dominio absoluto de los terrenos. Y todo ello, aderezado con una plasticidad que lo tiene todo de esencia, de núcleo, de verdad, nada de poses. Y un valor que es del todo necesario para cruzar esa frontera que Ventura sobrepasa con Bronce donde hace el toreo por la cara, por momentos, hasta casi soltando las riendas ofreciendo Diego su mentón hundido y su pecho toreando. Ventura y Bronce son también otra historia. Paró al ejemplar de La Castilleja con Bombón e hizo lo que quiso con él en banderillas al sacar a Fino, otro pilar de un cuadra para la historia. La misma en la que Diego Ventura y Gitano son otra cosa. Un acontecimiento en sí mismo. Otra historia que no ha hecho más que empezar.