Y la historia te abre sus puertas…

Debía ser esto lo que soñabas siendo niño, ¿no, Diego? En donde se te perdía la mirada cuando, sin que nadie se diera cuenta, mirabas a aquel horizonte de las marismas de La Puebla que tanto se parecen a Lisboa buscando aquella luz que sabías que estaba ahí, en mitad de tu destino, esperándote. Debía ser esto.. Esta sensación de plenitud, de magnitud, de libertad, de comprobar cómo se te cumplen todos los sueños, que terminan por rendirse a tu capacidad de soñar. De soñar más allá. De soñar con aquel horizonte y con aquella luz que sabías que estaba ahí, en mitad de tu destino, esperándote. Sí, debía ser esto lo que llevabas toda la vida buscando. Ese par a dos manos, en los mismos medios de Madrid, que es como decir en los mismos medios del universo, con el caballo, su suerte y la tuya en manos de tus piernas, de tu corazón y del suyo: el de Dólar. Ese cite tan en corto, nada de venir corriendo, sino parado. Quieto, clavado. Sin margen alguno para rectificar. Con Dólar desparramando por una centésima de segundo la mirada al tiempo que tus piernas le mandaban que era al toro adonde debía mirar, sólo ahí. Dólar sin cabezada. Tus manos al aire portando las banderillas, como a punto de echar a volar. La cátedra mirándote... ¿Qué se siente en un momento así, Diego? ¿Qué se te pasaba por el corazón? Debía ser así aquella luz del horizonte de La Puebla cuando eras niño, tan niño... Pues ya lo has conseguido, Genio. Ya tienes en tu haber ese par que nunca antes nadie había hecho como tú lo has hecho y donde tú lo has hecho. Esa locura que tantas veces has imaginado, sabiendo muy dentro de ti que lo harías, que seguro que lo harías. Y lo has hecho. Y la cátedra te ha nombrado ya para siempre su dueño. El dueño de Madrid, quien ya tiene las llaves de su Puerta Grande porque nadie -salvo Su Majestad El Viti- la ha abierto tantas veces como tú. Ese par -culminación de tantas fantasías que te alimentan el día a día- y esa Puerta Grande que suma ya catorce. Ya lo tienes en tus manos, Diego. Dile al niño que fuiste que aquella luz existía, que era verdad, y que es suya. Que es tuya. Tres orejas en Madrid. Que son cinco en dos tardes. La corona de tu Feria de San Isidro. Tres orejas y Las Ventas entregada a ti desde que asomaste por ella. La cima de hoy, ese par con Dólar sin cabezada, sin manos, con el alma. Muy en corto citado y muy despacio ejecutado. Para que ya nadie diga. Pero hasta ese culmen, también el corazón de Sueño para jugarse el tipo en recortes imposibles e improbables, pero al final reales y milagrosos en tus manos. Y el temple mágico de Nazarí para torear de costado con ese tacto y ese pulso que no son normales. Y la capacidad de Roneo -tan en silencio, sin llamar la atención- para dejarse llegar a los toros al aliento mismo. Y los quiebros de Fino, allá donde el riesgo quema. Y los de Ritz, allá donde el riesgo te quiere comer para llevarte por delante. Y Lambrusco. Y Añejo. Y Guadalquivir. Y Remate. Y Bombón. Y lo que todos juntos representan: aquella luz que te llamaba para que le fueras al encuentro siendo niño... ¡Pues ya la tienes! ¿Qué se siente, Diego? ¿Qué se te pasa por el corazón cuando ves cómo la historia del toreo te abre sus puertas y te entrega sus llaves para que tú seas ya por siempre su dueño...?  
28/05/2017
 Madrid
 oreja, dos orejas y fuerte ovación
Carmen Lorenzo, El Capea y San Pelayo