Y el mago Ventura pasó por Trujillo…

La redondez que da la sazón. La rotundidad de un oficio asimilado y hecho propio casi como respirar. La capacidad que es fruto del trabajo constante que cincela el talento con el que se nace. La emoción y espectacularidad que es marca de la casa, el sello que viene en la sangre y a lo largo de todo el camino recorrido. Una cuadra para la historia formada por caballos de los que la historia buscó siempre. Un torero que hace de cada tarde una lección que siempre enseña algo nuevo. Y el público, ensimismado, a la vez que entregado a tamaña dimensión de un rejoneador de época. En Trujillo como si fuera en Madrid: Diego Ventura en estado puro… Son los parámetros que envuelven como una línea común, como un argumento único, como una prolongación vital, cada una de las comparecencias del jinete de La Puebla del Río. Viene Diego de cargarse las pilas del equilibrio en ese reducto de tantas cosas que es su finca de Lisboa. A ella se aparta y en ella se recoge cuando le vienen citas de ésas que marcan un año. Hablamos de Madrid. Pero en el trayecto hacia Las Ventas estaba hoy Trujillo y allí que se han encontrado con un Ventura pletórico desde todos los prismas que se mire. Ha sido un Ventura redondo y rotundo, capaz y espectacular, magistral y artista. Un Ventura haciendo suyo el empeño de elevar todo lo posible y más el listón de la belleza del arte que llaman de Marialva. Hoy tuvo delante, y eso le ayudó, un buen lote de toros de Los Espartales, aunque de distinta condición. Noble el primero, aunque medido de fuerzas, y bravo el segundo, muy completo, de ésos con los que Diego se reboza y se rebosa. A éste que hizo cuarto, que salió con pies y exigiendo, el jinete lo paró con Maletilla sobre los cuartos traseros, recogiendo toda la embestida y durmiéndola en las bambas de la grupa del caballo. Un solo rejón clavó para dejarse el toro todo lo vivo posible. Advirtió Diego las posibilidades del burel y quiso quedárselas lo más en plenitud posibles para cincelar la obra grande que terminó escribiendo. Por su condición, era uno de esos toros ante los que Sueño explota todo su potencial y así lo hizo. Puso el rejoneador al público en pie galopando a dos pistas para luego recortar y cambiar de costado por los adentros, con el espacio justo, con un ajuste casi imposible, con el toro siempre embistiendo, nunca parado: el asombro que provoca tremenda exhibición de magia… Bravo y de embestida encendida, era toro idóneo también para Milagro, con quien Diego hizo de nuevo del quiebro imposible una pura constatación de lo grande que puede llegar a ser el rejoneo cuando se ejecuta tan en verdad. Ya saben, lo han visto muchas veces: parece que no es posible, llega el embroque, explota el quiebro y la cabalgadura que sale del encuentro despacio e inmaculada enmedio de lo impensable hasta verlo. Otra vez un derroche de magia. Con Remate, hiló el torero un carrusel de cortas impecable antes de cobrar un rejón entero que le ponía en las manos el doble premio, al tiempo que se le concedía la vuelta al ruedo al toro de Los Espartales. ¿Se imaginan uno así en Madrid…? Venía Diego de componer otro tipo de obra maestra en el primero, bueno también, pero más flojo. Duró menos. Lo recibió con Lambrusco, que se dobló con él en los medios para pararlo con una suavidad que imanta, pero que es, al tiempo, mando puro. Sin más probaturas, se lo cosió ya en banderillas al estribo con Nazarí para torearlo galopando de costado ante el primer asombro del público extremeño, que no tuvo que esperar mucho para gozar con el Genio. Es un deleite el nivel de compenetración de Diego con este caballo. Es la materialización diaria de lo extraordinario: cómo hace suya la voluntad del bravo, cómo mima y doma su acometida, cómo la mejora y la prolonga, cómo la hace tersa y casi de seda y cómo, sin solución de continuidad, se cuadra, cuartea arrastrando la embestida y cómo llega hasta donde la reunión es total para clavar en todo lo alto. Cada suerte de Diego Ventura con Nazarí es un compendio de toreo a caballo total. Como ya le iba costando al toro tirar de su buena condición, puso en liza a Ritz, otra versión del quiebro en manos del torero cigarrero. La franqueza con la que se va a los toros, su aguante para asomarse al balcón donde ya no cabe más y esa capacidad increíble para detenerse en el embroque y clavar arriba le hacen un caballo que nadie debería perderse. Otro producto de la factoría Ventura, de la chistera de su fantasía para adivinar en un potro su potencia e ir esculpiéndolo hasta convertirlo en un caballo extraordinario. Ritz ya lo es. A serlo en el último tercio aspira Bronce, novedad de 2016, con el que Diego Ventura culminó su sinfonía con las cortas y un rejón certero y suficiente. Paseó el de La Puebla entonces su primer oreja. Viene Diego de Lisboa, ese reducto donde se recarga las pilas de sus sueños y templa hasta lo exacto las cuerdas de su equilibrio, de ese punto de encuentro donde hombre y artista se dan la mano y se miran a los ojos. Es allí donde el mago Ventura insufla ese aire nuevo que le renueva las alas. Mira que si en Madrid…  
30/04/2016
Trujillo (Cáceres)
 oreja y dos orejas
Los Espartales