Ventura se asienta en la excelencia

No ayudó el lote de toros de Luis Terrón a los que hoy le tocó medirse, pero, una vez más, nada de ello fue óbice para que Diego Ventura firmara hoy en Plasencia otra tarde de plenitud. Se acaban los adjetivos para calificar la trayectoria del jinete de La Puebla del Río, pero todos los que se utilizan giran en torno a una palabra que los engloba y les pone un tronco común: magisterio. No es nuevo, pero sí es justo recordar que Diego Ventura vive desde hace algunos años ya en ese nivel de excelencia que es tan lejano para casi todos y sólo reservado para los elegidos. Es una cuestión de capacidad, virtud que se va cultivando con el paso de los años y que se torna en magisterio con ese mismo paso del tiempo. Capacidad y magisterio es lo que ha desarrollado -también hoy- el rejoneador hispanoluso en Plasencia. Capacidad y magisterio ante un lote de toros, insistimos, que no se prestó más de lo preciso, sobre todo, porque se paró. Al primero lo exprimió gracias al oficio y los recursos que le ofrecen caballos como Roneo y Chalana. Roneo es ese caballo especialista en tocar teclas a los toros con menos opciones. Porque se apodera de su espacio y lo hace suyo. Lo invade y lo domina. Y manda. Y lo hace convenciendo al pisar terrenos que parecieran imposibles. Ventura llega con Roneo a sitios ante la cara de los toros que parecerían prohibidos. Y en ese sitio, a los toros no les queda otra más que, al menos, acometer, aunque no siempre sea embestir. Pero no importa, que ya de eso se encarga Roneo. Y lo volvió a hacer. Una exhibición. Un derroche de todas esos valores que se aunan en el gran valor, el valor por excelencia, que es el temple. Igual Chalana, con quien Diego, además, reviste los prolegómenos de las suertes de una belleza innata, elegante y natural que las envuelve de una prestancia especial que, por ello, llena por completo la escena. Aunque para dominio de la escena y de todo lo que la envuelve, Ventura cuando monta a Dólar y ejecuta cada vez con más precisión y perfección ese par a dos manos con el caballo sin cabezada que ya es la sensación de la temporada. Ya todos los públicos la quieren ver, aunque no todos los toros se presten a ella. Es ahí donde radica, en este caso, el gran mérito de Ventura: en imponer su concepto y su faena más allá de la condición de sus oponentes. El par de hoy con Dólar emergió lento y a compás, sin una sola brusquedad, citado en corto porque el toro esperaba. No es un relámpago, es una sinfonía en la que el aficionado puede advertir cada uno de sus tiempos. Fue espectacular y Plasencia así lo valoró. Por eso le pidió con tanta fuerza la segunda oreja tras la primera incontestable que sí le concedió el palco. El doble premio sí cayó del lado del jinete cigarrero tras la faena a su segundo, al que paró con Lambrusco, con el que ya tuvo que llegar mucho al toro de Terrón para encelarlo. Luego abrió el tercio de banderillas con Nazarí para componer un tercio de banderillas que es siempre un prodigio de todo lo que el toreo a caballo es. Con Nazarí no hay tregua ni tiempos muertos. Pisa Ventura la plaza con él y esa manera en que se hace con la voluntad de los toros para prolongarlas es un verdadero portento de eso que es el toreo a caballo: adueñarse de la embestida del animal desde el pulso exacto de otro animal. Luego clavó con plena solvencia por más que el ejemplar de Terrón, sin clase, se pusiera por delante. Reservón el astado, era el momento de Fino, con el que Diego Ventura entusiasmó clavando al quiebro, dados éstos ante el mismo aliento del cuatreño. Crujió Plasencia antes ya de que el jinete de La Puebla del Río completara su faena con el carrusel de cortas con Remate y el rejonazo final. Quedaba en el ambiente, más que la sensación, la constatación del Ventura total. Ése que, definitivamente, se ha asentado en la excelencia.  
11/06/2017
 Plasencia
 oreja con petición de la segunda y dos orejas
Luis Terrón