Ventura, el mago que obra milagros

 
15/08/2019
MÁLAGA
ovación y oreja
Luis Terrón
 
Había obrado en su primero el milagro –porque casi lo fue ante un toro tan manso y parado- de hacerlo embestir por media plaza de La Malagueta imantado al estribo e hipnotizado por el temple mágico de Nazarí. A milímetros, a suspiros. Pero fue en el quinto –su segundo- donde Diego Ventura obró el milagro por excelencia que siempre es el toreo con mayúsculas. Aún más cuando tienes enfrente un colaborador que no lo fue tanto y que pareció a ojos del gran público menos complejo de lo que fue. Porque lo fue. Este quinto toro de Luis Terrón buscó ponerse siempre por delante, tapando la salida de la cabalgadura en los embroques, pero siempre le ganó la partida Diego Ventura por el milagro –dicho queda- del toreo. Lo esperó con Campina emplazado en los medios para encontrarse con él y clavar ya de salida, sin más probatura, a portagayola. Y fue en banderillas, con Fino, donde puso el primero de los pilares de una faena para aficionados por el armazón técnico de cada suerte. Como los dos palos clavados al quiebro con Fino, de tiempos exactos, sincronizados con armonía y belleza. La belleza que emana de la armonía. Aunque la cumbre de la faena llegó a lomos de Bronce, con el que Ventura pisó y dominó terrenos imposibles. Espacios al límite según en cada rehilete con la cima del tercero de ellos, citando al toro doblado de manos y a apenas a tres metros y clavando en una reunión perfecta para quedarse luego a vivir entre los pitones del ejemplar de Terrón, casi tocando la frente de Bronce la testuz del toro. Una y otra vez. Prácticamente suelto de las riendas el caballo, que elegía la libertad de su instinto de quedarse allí, donde manda como ningún otro. Bronce ya es un caballo histórico, que bien merece galones y reconocimiento de oro. Como Dólar, que antes de salir ya es capaz de generar el run run entre la gente de lo verdaderamente especial. No sólo los aficionados, ya todo el público conoce a Dólar y lo que significa: la máxima expresión de la compenetración del hombre y el animal. El par a dos manos sin cabezada, el desenvolverse apenas a la orden de las piernas de su jinete, la perfección en cada movimiento… La gente se vuelve loca y con razón… El cierre con Prestigio tuvo la transmisión de sus levadas y la ligazón con las cortas. Recetó Diego un rejón entero que no propició la muerte que cabía pensar porque el astado se amorcilló, lo que obligó al torero a descabellar al segundo intento para reducir el premio final a una sola oreja. Imposible hacer más que lo que hizo con el ya referido primer oponente de su par. Un toro deslucido y desesperante por manso, pero al que Ventura le buscó y le halló las vueltas, sobre todo, con Nazarí, ese milagro diario que habita en la chistera del mago de La Puebla del Río.