Va por ti, Adrián

Hoy te hubiese gustado estar en Toledo, Adrián. Te habrías emocionado y habrías vibrado como lo hacen los mejores aficionados con las faenas grandes. Hoy te habrías sentido más orgulloso todavía por tener metida en las venas esta pasión que a ti, como a nosotros, nos enciende el alma. Porque nos da vida y nos llena la vida. Como la llena tu ejemplo y tu fuerza, tu raza y tu ansia, tu sonrisa y tu esperanza. Tú eres la vida, Adrián. Tu ejemplo es un compendio de vida entera. De cómo hay que vivir y de cómo hay que sentir. En plenitud, sin ahorros, poniendo el pecho por delante y dejando que el corazón sea quien ponga el pulso y el latido. Tú eres la vida, Adrián, como lo es el toreo. Ése que te arrebató y que tú has honrado elevándolo a la máxima dimensión. A la dimensión de la vida misma. Y la vida, tú lo sabes bien, torero, es pasión y es arrebato, es emoción y es felicidad. Por eso hoy te hubiese gustado estar en Toledo. Pero no has podido, Adrián, porque hoy ibas ya camino del cielo... Por eso déjanos, en nombre de Diego Ventura, brindarte cuanto esta tarde pasó en la Plaza de Toros de Toledo, en su 150 cumpleaños. Pasó que el Genio fue fiel a sí mismo en una gran faena a su segundo oponente. Y eso que un resbalón inoportuno de Guadalquivir le hizo caer de mala manera y quedar a merced del toro. Por suerte, sólo quedó el susto y un fuerte golpe. Pero esto no fue sino el prendido de la mecha para que la bomba venturista explotara dinamitando de emociones a Toledo, su plaza y los 150 años. Lo hizo en un tercio de banderillas marca de la casa. Primero, reeditando lo imposible una vez más con Sueño. Galopando de costado, recortando tan por los adentros, dominando todos los espacios y todos los terrenos, clavando tan de frente y tan en el punto culmen del embroque, saliendo con ese mismo ajuste y con impoluta pureza. Y luego, con Fino, por cuyos pechos se dejó pasar la embestida entera del toro de San Pelayo de tanto como batió después de citar muy en corto. El fin de fiesta fue un par de banderillas a dos manos con Dólar, sin cabezada, y pasando la cabalgadura por los adentros que erizó la piel de la piedra de Toledo y sus 150 años. Soberbio. Verdad aunque costara creerlo. Las dos orejas fueron incontestables. Y ya son tuyas, Adrián. Su primero fue noble, pero le faltó más mecha para que el trasteo de Diego Ventura llegara más al tendido. Lo hizo, sobre todo, cuando se metió debajo de sí la embestida del murube de El Capea con Nazarí, tirando de él a menos que milímetros del estribo en un ejercicio de hipnosis sencillamente impresionante. Como las banderillas al quiebro luego con Ritz, en un ejercicio de pureza y de entrega de ésos que suponen cruzar la raya reservada sólo a los elegidos. Mató pronto y cortó su primera oreja. Nos hubiese gustado verte hoy en Toledo, Adrián, pero tú tenías otra cita: una cita con el cielo. Hacia él te llevas todo el cariño, toda la admiración y esta tarde por entero. Porque lo de hoy, torero, va por ti...  
08/04/2017
 Toledo
 oreja y dos orejas
El Capea y San Pelayo