Hasta la piedra de Nimes te dice ¡ole!, Diego Ventura…

La piedra de Nimes sabe que nada es igual cuando él viene. Que un estremecimiento grande le aguarda: diferente, inevitable. Hecha a base de tantas emociones como el tiempo le ha ido trayendo, la piedra de Nimes sabe que su entraña se impregna de muecas en las que se quedan el nervio de cada galope, de cada cite, de todos los embroques, de las batidas, de los quiebros, de la luz que emana del toreo del Genio. Esa misma luz que salió al rescate de la mañana para evidenciar lo que ya estaba escrito en capítulos anteriores: que Nimes es venturista. Tiene que ser así después de asistir a obras como las que Diego Ventura construyó en el tercero de la matinal, el segundo de su lote, el único de los tres toros de Fernando Sampedro que hoy se dejó de verdad. Porque tuvo nobleza, calidad y un tranco acompasado que multiplicó la dimensión del temple que el de La Puebla del Río le imprimió a su faena, sencillamente impecable. Se fue a portagayola garrocha en mano con Suspiro, en la primera declaración de intenciones de lo que el jinete buscaba en ese punto en que la mañana nimeña no se había desperezado aún. Pero salió suelto y sin fijeza el toro, haciendo de menos el envite. No importó porque Diego se subió en esa locura de caballo que se llama Nazarí y se puso a torear... A torear con mayúsculas, a torear en esencia, a torear explicando lo que torear es: embarcar la embestida, conquistarla, dominarla, hacerla suya, conducirla, prolongarla, mostrarla, atemperarla después de detenerla, llevarla, traerla y soltarla con el mismo tacto de seda con que se pinta un cuadro o se escribe un poema. Exactamente así, sólo que con un animal como pincel o como pluma y otro animal, bravo y que reaccionaba a oleadas, como lienzo y como pergamino. Que torear se hace con la vida sobre la vida la misma.. Nazarí cuajó un tercio de banderillas colosal por su manera de citar y de clavar tan de poder a poder y por su manera de galopar de costado cosiendo a su voluntad el viaje del ejemplar de Sampedro. La caldera, que ya estaba subiendo de grados, se puso a hervir cuando salió Milagro con la que Ventura clavó quebrando a centímetros de los pitones, aguantado hasta el límite el encuentro con el toro para sortearlo sin irse, pasándoselo por los pechos de pitón a pitón y clavando en el estribo al tiempo que el Coliseo saltaba de la emoción, entusiasmado por semejante demostración de valor, de ajuste, de pureza, de verdad y de toreo. Diego puso la guinda con Remate con el carrusel de tres cortas ligado hasta más no poder y un par a dos manos en los que el caballo, literalmente, pareció detener su paso para que el torero clavara en un ejercicio de compenetración, de doma y de magisterio sublime. El rejón cayó certero y las dos orejas, incontestables. La piedra de Nimes lo había vuelto a sentir y el Coliseo, con toda su historia a cuesta, se declaraba decididamente venturista... Inconformista siempre, salió a Diego a rematar la cumbre en el quinto, su tercero de la mañana, de Sampedro también. No se entregó nunca el toro. Fue deslucido, reservón y hasta terminó parándose. Dio igual: el momento de Ventura lo puede todo. Los hechos lo demuestran. Paró a este toro con Lambrusco, otro de los potros nuevos debutante este año que sigue ganando presencia y protagonismo en este intenso tramo de la temporada del jinete de La Puebla del Río. Se dobló con clase con el astado para dar pie al inicio en banderillas con Sueño. Y Sueño cumplió con el papel estelar que de él se esperaba. Como en Moita anteayer, formó un lío también hoy en Nimes de considerables dimensiones. Al citar, al batir, al clavar, al conducir. Todo entre los pitones del toro, del que había que tirar una y otra vez para que no se parara. Así lo embarcó y lo condujo, así le recortó y así se dobló para clavar con una reunión deslumbrante. Apostó de nuevo Diego por Nazarí, con el de Sampedro cada vez más rendido, y éste culminó un tercio de banderillas pleno de valor, de decisión, de capacidad y de ese magisterio en estado de gracia que Ventura está derramando a chorros en el gran año de su vida. Tuvo que arriesgar y mucho con Remate con las cortas y, desde luego, con el rejón. Como quien apuesta, gana, el torero ganó en su apuesta y se hizo con la tercera oreja de la mañana, la que, otra vez, le abría de par en par la Puerta de los Cónsules. Segunda salida a hombros este año por ella par él. Segunda mañana de lección de plenitud total. Aquélla fue en el luminoso Pentecostés. Ésta, en el dorado septiembre de la Vendimia. Entre ambas, cuatro meses de espera para la piedra que, cuando viene Diego, se siente piel... Fue el primero de la mañana el más deslucido y vacío de los toros de Sampedro hoy para Ventura. Tuvo un fondo de nobleza, pero tan pocas fuerzas que, esculpir esa materia prima, se hizo empresa casi imposible. Con todo, pasajes hubo de gran calado. Lo paró con Maletilla y compuso con Roneo y con Chalana -geniales los dos-, una faena de lidia y de toreo de cimientos ante un enemigo que soportaba poco más. No renunció nunca el jinete a la espectacularidad y a la conexión con el tendido, pero la condición del toro le robó transmisión al trasteo de Diego. Como tuvo que echar pie a tierra para tomar el verduguillo, todo quedó en palmas al término de este primer acto. Que fue el prólogo de otra composición genial. Y genial viene de genio. Y sólo los genios son capaces de erizarle la piel hasta a las piedras. Si no, que le pregunten a la piedra milenaria de Nimes qué siente cuando viene Diego Ventura...  
19/09/2015
 Nimes
palmas, dos orejas y oreja
Fernando Sampedro