Mira, Jaime, papá es un genio

09/09/2017
UTRERA
Dos orejas y dos orejas y rabo
Los Espartales
Bienvenido al mundo, Jaime. A la vida. Bienvenido, pequeño. Apenas abres tu tiempo a todo cuanto te está reservado. Estás de estreno. Por entero. Tanto, que el estreno eres tú. La ilusión nueva, el nuevo motor del mundo al que llegas, al de El Rincón, a tu casa. Esa casa que ya llenas aunque acabes de llegar. Se te esperaba con ganas. Hasta con impaciencia. Con esa expectación con que se aguarda lo más grande de nuestra vida. Por supuesto, mamá. Aunque a su manera -la manera en que se espera lo que se desconoce-, también tu hermano. Y desde luego, papá, que lleva días cuajando obra de arte tras obra de arte como si, a su manera también, fuera disponiendo tu venida con una inusitada felicidad interior. Porque papá es artista, ¿sabes, Jaime? Crea arte. A raudales. Es torero que, para que lo entiendas hasta que tengas tiempo de entenderlo, es como ser un héroe porque hace cosas que no hace todo el mundo. De hecho, lo hace muy poca gente. Casi nadie. Por eso, Jaime, te diría que papá, incluso, es un genio. Hoy ha toreado para ti. En Utrera, muy cerca de La Puebla y de casa. Como sintiendo que le sentías. Como si, desde El Rincón, estuvieras pendiente del eco que te llegara por lo que estaba haciendo. No necesita tu padre de muchas motivaciones aparte de la que mueve cada uno de sus pasos por ser el mejor y cada día mejor. Pero hoy le asistía una especia de áurea diferente y exclusiva. Por eso sacó lo mejor de sí para brindártelo a ti en dos obras de arte distintas entre sí, pero con el denominador común de estar inspiradas en ti. La primera, a un toro con clase que tuvo la virtud primera de moverse y eso es gloria bendita para tu padre… Si hubieras visto cómo lo gozó con Sueño después de haberlo metido en vereda con el temple elegante de Lambrusco. Se lo llevó toreado de costado al ritmo que él imponía, pulseando la embestida para, por sorpresa, cambiarse ésta de costado como el torero que se cambia la muleta de mano pasando él con Sueño por donde pasar parecía un sueño. Es el desafío continuo de la lógica de los espacios, que ya tendrás tiempo de saber qué es todo eso. Y luego con Fino, desafiando de nuevo esos mismos espacios, enjaretó piruetas de estrechísimo margen a la salida de cada banderilla. Un par de ellas a dos manos colocó con Bombón, que es un caramelo de animal, antes de coronar tal composición como sólo procedía. Por ello, por tanto, Utrera le dio dos premios y las llaves de su Puerta Grande. Pero no era una puerta por muy grande que fuera lo que hoy motivaba a tu padre. Era otra cosa. Más grande e importante. Eras tú. Por eso, siendo fiel a sí mismo y a los valores que en adelante te transmitirá, se fue a por más. A por todo lo más que pudiera, que, tratándose de él, es mucho. Le dio igual que su segundo toro se moviera también -dicho queda que eso es gloria bendita para tu padre-, aunque lo hiciera con menos ritmo. O con otro ritmo, pero sin compás. Hasta eso le dio igual para sacar de su chistera poner a Guadalquivir a poner banderillas y conseguir que lo hiciera como si no hubiera hecho nunca otra cosa. Y es que tu padre, Jaime, habla con los caballos, les escucha, y ellos le dicen qué quieren y qué sienten. En la intimidad de tantas horas buscando el uno lo mejor del otro, sintió papá que Guadalquivir le pedía más. Y hoy le hizo caso. Y Guadalquivir le dio mucho en un tercio sensacional de clase y de pureza. Lo supo Lío -que era, hasta que has llegado tú, el niño mimado de tu padre- y se vino arriba para no dejarse ganar la pelea del protagonismo y se empleó a fondo en quiebros inverosímiles que pusieron a Utrera boca abajo. Escucharías el eco desde La Puebla… Igual, hasta te despertó… Pero es que papá es como un trueno que provoca tormentas de felicidad entre quienes no se cansan de verle. Como era para ti -las primeras que eran para ti-, culminó su sinfonía tu padre con Remate con esa contundencia de las últimas ocasiones y Utrera y su gente le concedieron los máximos trofeos. Y le sacaron en hombros. Seguro que habrás escuchado el jaleo también. Muy grande, Jaime, muy grande. Ya tendrás tiempo de vivirlo y de comprobar, si alguna vez lees estas líneas, que no hay exagero en ellas. Que son sólo un relato de lo que pasa, de lo que hace tu padre, que no lo hace todo el mundo. De hecho, no lo hace casi nadie. Entre tú y yo, Jaime, no lo hace nadie. Y es que tu padre, pequeño, tu padre es un genio…