Fastuoso Ventura

10/03/2018
REDONDO
Dos vueltas
Casa Prudencio
Era la tarde de su estreno en Portugal en la presente temporada. Y se estrenaba también en el precioso Coliseo de Redondo, una plaza que había conocido unos días antes, cuando estuvo en ella toreando a puerta cerrada y tomándole las primeras sensaciones al flamante coso. Y le había deslumbrado, le había gustado mucho. Para más inri, se había colgado el cartel de “No hay billetes” y el ambiente al comenzar era para rabiar. Se daban, pues, muchos condicionantes de ésos que encienden la motivación de un torero. O que le meten un plus más, una vuelta de más. Y eso, cuando se trata de Diego Ventura, es mucho. Si, además, como fue el caso, le toca enfrente un toro como el de hoy de Casa Prudencio, colaborador con cuanto el jinete le propuso, esos condicionantes se multiplican todavía más. Ante semejante panorama, sólo podía pasar lo que pasó y el rejoneador de La Puebla del Río compuso hoy una de sus actuaciones más emotivas, redondas, rotundas, importantes y fantásticas de su carrera en Portugal. De fábula, lo de hoy de Diego Ventura. Puro espectáculo. Pura emoción. Puro toreo. Compuso Diego su obra con sólo dos caballos. De salida, Guadalquivir, con el que el recibo fue una belleza. Enjaretó Ventura muletazos bellísimos con el cuerpo todo de su caballo. Muy despacio, dejándoselo llegar hasta debajo del estribo para sujetarlo ahí y casi detener la suerte para encumbrarla al ralentí. Crujió la plaza en esos pasajes, que ya desprendían buenos augurios. Todos ellos se confirmaron y se hicieron realidad en un tercio de banderillas que ya ningún espectador hoy en Redondo olvidará nunca. Con Fino, el caballo que en apenas un año más se ha convertido en el mejor cómplice de Diego en faenas históricas. Como la del indulto de Perdido en Murcia y también ésta de hoy. Resulta complicado encontrar algo que no hiciera Ventura en este tercio de banderillas para el recuerdo con Fino. Toreó de costado primero, muy despacio y muy ligado, para, a partir de ahí, hacerlo ya todo de frente. Muy de frente. Dejando banderillas clavadas al quiebro de reunión imposible. Citando muy de lejos, con toda la plaza dada entre el toro y la cabalgadura, para arrancarse galopando, llegar a dos metros de la cara del burel, quebrar sin enmendar la posición, como clavado donde se paraba, y entonces culminar la suerte con el toro, de embestida encendida, metido completamente bajo el dominio, el desafío, la pureza y el magisterio del torero. Brutal. La plaza estrenando ecos grandes que se han quedado ya prendidos en sus paredes nuevas para dejarle marchamo de escenario grande también. Apasionado el público, apasionante el torero. Mayúsculo. De tratado. De ensueño. Mágico y genial a un tiempo. Arrebatado y medido a la vez. Dándole a la gente aquello que la gente busca y quiere cuando va a los toros. Lo de hoy en Redondo no ha sido un triunfo más, sino una exhibición como pocas. Aun tratándose de Diego Ventura, como pocas. Así de grande ha sido. Así de fastuosa.