Es el momento de Sueño y de Roneo

Es apasionante seguir la temporada de un rejoneador por cuanto que permite calibrar, no sólo el momento de forma del hombre, del torero, sino también de sus caballos, de sus cómplices necesarios en el ruedo. Es emocionante asistir a cómo también ellos van a más, cómo tienen sus picos a lo largo de tantos meses de toros, cómo crecen y cómo evolucionan, cuánto se perfeccionan cuando se trata de caballos que son estrellas. Por ello, es bonito para el aficionado y para el profesional asistir al momento de cuajo y de redondez de dos caballos de los que el público global puede que perciba sensaciones diferentes, pero que, a ojos del que sabe ver torear a caballo, encierran lecturas que forman parte del nudo, del argumento más hermoso de cada temporada de un rejoneador. A tenor de todo esto, bien se puede decir que éste actual es el momento de Sueño y de Roneo. Y hoy Pontevedra, como ayer Gijón, ha sido testigo de ello. Porque con ambos ha compuesto Diego Ventura su faena de la tarde en la capital gallega, bendito reducto de la Fiesta en estas tierras del norte donde ésta se mantiene viva y reivindicativa. Lo de Sueño, dicho está ya en multitud de ocasiones, va camino de ser un capítulo sobresaliente en el libro de los caballos toreros que han pasado o que pasarán a la historia. Sueño encierra en su sangre, en sus formas, en su toreo, muchas de las virtudes que alumbraron a algunos de los grandes caballos de la cuadra de Ventura. Es como si se hubieran puesto de acuerdo en él caballos como Distinto y como Pegaso para completar la obra que las circunstancias de sus vidas tan cortas no les dejaron rematar. Todos ellos están en Sueño. Viven en él, laten en él. Hoy otra vez, Sueño se ha echado a los lomos a Pontevedra entera para ponerla por entera a torear. El suyo en el cuarto de la tarde ha sido, de nuevo, un prodigio de fantasía, un dechado de capacidad natural, un derroche de recursos para hacer posible lo milagroso. Todavía se anda buscando en la Plaza de Toros de Pontevedra por dónde fue que pasó Diego con Sueño en algunos de los recortes al hilo de las tablas que fueron el culmen de su actuación... Pero es que Roneo, ese caballo del que muchas veces se ha destacado su versatilidad lidiadora, está que se sale. Que se derrama. De todo lo que Ventura le pida. De bregar cuando es menester o de, sencillamente, torear cuando se dan los elementos para ello. Como hoy, en este segundo del lote del jinete de La Puebla del Río. El par a dos manos que Diego Ventura ha ejecutado a lomos de Roneo, deteniéndose en el mismo centro de la suerte para multiplicar su valor por infinito, es de esos pasajes que se clavan en la retina y en el alma del aficionado y del neófito. Sencillamente, porque es una verdadera obra de arte. Faena grande la de Diego con Sueño y con Roneo, felizmente remachada luego con Remate, Eso sí, al segundo intento, de ahí que el premio material final fuera de una oreja. Pero eso, el premio material. Hay otro, que no se toca pero que sí se siente que, a esta hora, sigue flotando en el ambiente de Pontevedra y de su plaza de toros: es la certeza de estar ante un rejoneador de época montando una cuadra que se supera a sí misma... Y para prueba, lo hecho en el primero por caballos nuevos como Añejo y Fino, por ejemplo, sin olvidar a Ritz, aunque ya venga del glorioso 2015. Añejo tiene de nuevo la edad. Sólo la edad, el resto es un portento de temple y de caricia para doblarse, parar y aquilatar las embestidas de los toros en ese justo punto en el que, más que embestidas, son pura fuerza bruta lanzada a arrasar. Eso, hasta que llegan a los dominios de Añejo y se hacen puro caudal y pura bonanza... Luego Fino, nuevo también, pero uno de esos potros a los que Diego Ventura no se cansa de dedicar horas de trabajo sabedor como es del fondo que es su pozo. Pisa los terrenos donde los toros más aprietan, pero aún así se hace dueño de ellos para clavar, pero también para encelar y llevar muy toreados a los animales. La bomba termina siendo Ritz, que es una bomba de relojería en cada uno de sus quiebros que son como rayos. Porque de pronto se detiene su viaje buscando la cara de los toros, se queda esperando ante el abismo, bate ante él pasándoselo de un lado a otro de sus pechos y, en ese mismo precipicio, se asoma al balcón, clava y se sale sin irse, quedándose, mandando, reinando... Sólo matar al segundo intento le privó a Diego Ventura, como en el toro siguiente, de obtener las dos orejas. Pero ya saben que eso es lo material y que lo del Genio de La Puebla una temporada más forma parte de otra dimensión, de otra manera de medir, de una forma diferente de sentir...  
13/08/2016
 Pontevedra
 oreja y oreja
Ángel Sánchez y Sánchez