En tu nombre, Iván, que es el nombre de los héroes

Hoy todo ha pesado más que de costumbre. Mucho más. Hoy todas las miradas se perdían dentro de sí mismas, cabizbajas, como escondidas, como sin ganas de luz. Hoy no estaba el ánimo de toros. Menos aún, de vestirse de toreros. Pero éste tuyo, Iván, es el oficio de los héroes. Por eso sois capaces de sobreponeros a todo, incluso, a la muerte. ¿Quién dice que tú has muerto, Iván? ¿Acaso mueren los inmortales? ¿Y no son inmortales los seres elegidos para ser eternos? ¿Alguien duda que un torero que da su vida por lo que más quiere vive ya para siempre en la eternidad? Que es verdad que la vida del torero conlleva también la posibilidad de la muerte. Pero la muerte de un torero es su entrada directa a la gloria. ¿Merece la pena la una por la otra, Iván? Posiblemente no, porque nada hay más grande ni más alto que la vida. Pero los héroes estáis hechos para salirle al encuentro a la gloria. Y la gloria del toreo ya te honra como hoy en Granada lo han hecho cada uno de tus compañeros que han tenido las agallas de vestirse de toreros. Aunque no tuvieran ánimo para ello y las miradas se les perdieran dentro de sí mismas. Pero, por encima de todo, había hoy en Granada una fuerza que les hacía más fuerte que todas las debilidades: torear para ti... Tú, que tanto disfrutaste con él impregnándote de cómo es el toreo a caballo, habrías disfrutado hoy viendo a Diego Ventura cómo recogió para dejar encelada la embestida del toro sobre los cuartos traeros de Bronce. Y cómo lo toreó con todo el cuerpo del caballo embebiendo y abarcando toda la embestida templada del notable cubero. Y ese par con Nazarí citado tan en corto después de un tierra a tierra espectacular y muy en corto también. Y los quiebros perfectos con Fino. Y las rosas al limite de la ligazón con Remate antes de un rejón impecable. Tú, como todos, porque eres de raza, te habrías enfadado porque el presidente, como ajeno a todos, le negara la segunda oreja, tan indiscutible. El segundo fue de pelearse, Iván, eso de lo que tú sabes tanto. Porque no sirvió el de Cubero, sin celo y cada vez con más reservas. Ya con Campina, en el recibo, supo Ventura que el terreno de la faena iba a tener que ser el del toro a base de que Diego lo hiciera suyo propio. Y así fue. Porque no se puede batir más al pitón contrario de lo que le hizo con Chalana, por ejemplo, en una primera banderilla que fue un tratado en sí misma. Y luego con Roneo, como tantas veces tú, se metió entre los pitones toreando por la cara y dando los pechos buscando provocar acometidas sin dar tregua al toro. No fue fácil clavar el par a dos manos con Dólar sin cabezada porque nada hizo el de Cubero por ayudar. Más bien, todo lo contrario. Antes de eso, había clavado dos palos citando muy en corto y con levadas espectaculares en la misma cara. No valió más el toro, pero se apuntó Ventura un carrusel de cortas sin respiro con alguno con Remate antes de cobrarse otro rejonazo. Esta vez sí asomaron los dos pañuelos en el palco. Y agarró tu amigo con rabia las dos orejas. Rabia contenida que es puro dolor. Tanto como alma puso Diego Ventura en Granada en tu nombre, que ya para siempre es el nombre de los héroes. Hoy, Iván, te habría gustado ver cómo Diego Ventura toreó tan para ti...  
18/06/2017
 Granada
 oreja con petición de la segunda y dos orejas
Benítez Cubero