El Genio desatado

Cuando los genios se desatan es mejor dejarles sueltos. Que derramen toda su genialidad. Que la dejen suelte, que la echen a volar. Porque cuando eso pasa, surge la fantasía. Y la fantasía es felicidad pura para quienes asisten a ella. Si no, que se lo pregunten hoy a Zafra ante el genio desatado del Genio. Anda Ventura con más necesidad que nunca de soltar a volar toda la fantasía que se le acumula en la sangre, en la mente, en el alma. La lleva a flor de piel y el rebelde inquietamente inconformista que lleva dentro le grita libertad. Que la deje suelta. Y eso hizo el Genio: dar rienda suelta a su genialidad resumida en esos compases finales de la faena al quinto, cuando echó pie a tierra, tomó la muleta para descabellar y ponerse a torear mientras lo cuadraba. No de cualquier manera, sino echando a volar su fantasía. Un derechazo desmayado, un trincherazo rematado muy por abajo, otro de desplante lentísimo y el de pecho terminado donde terminaba el hombro contrario. Era el genio desatado del Genio. El alma libre, fluyendo. Y luego, la estocada hasta la gamuza y recetada como si lo hiciera todos los días. Pura fantasía para dicha del público. Si no, que le pregunten hoy a Zafra... Antes, Diego Ventura se había asegurado a las primeras de cambio la puerta grande tras cortar las dos orejas de su primer toro, un ejemplar noble de Luis Terrón, pero que se fue apagando. Lo recibió con Lambrusco, con el que le instrumentó dos bellezas de muletazos con alma al pasarse al toro muy cerca y muy despacio en los medios, desde el cuello hasta la cola. Zafra, que sabe lo que ve, respondió con oles roncos por hondos... Casi que desde el patio de caballos se cosió al toro al estribo con Nazarí para completar una primera vuelta completa reunida hasta lo sorprendente para luego clavar el primer rehilete en la coordenada exacta del embroque, ésa que mide la pureza y la verdad de la suerte, que es la pureza y la verdad del toreo. Empezó a costarle ya entonces al de Terrón, a pesar de lo cual le enjaretó otro paseo entero al anillo más despacio todavía rematado con un recorte por los adentros tras una banderilla previa. El tendido respondió con pasión. La que luego fue locura cuando quebró por dos veces con Ritz antes y después del primer palo con este caballo que explotó hace un año aquí en Zafra. Fueron ambos quiebros perfectos, milimétricos, milagrosos, dos desafíos a las leyes de la física. Lo dicho, una locura. Dado que su oponente se apagaba, le echó Ventura más leña al fuego de la espectacularidad en los cites con las levadas de Remate y el carrusel de cortas, cada una de ellas más cerrada, por donde el toro ya se había quedado. Necesitó el jinete cigarrero de un descabello a pesar del rejonazo que cobró, pero no por ello dejó de pedir la gente ese doble premio al que el palco no le puso pero alguno. El segundo, de Murube, fue un toro remiso y reservón desde su salida. Y eso que Ventura lo enceló sin pausa alguna envolviéndolo en una espiral de toreo sin solución de continuidad a lomos de Añejo. Doblándose y girando en dos metros cuadrados, parando sin parar, toreando siempre. Tras clavar el único rejón de castigo, sacó a Sueño, que invadió los terrenos del toro, se metió entre sus pitones y desde ahí lo enganchó y tiró de él toreando de costado, lo que tenía que ser yendo siempre muy encima del astado porque era ésa la única manera de poderle a su voluntad a menos. Le dio luego toda la plaza en el cite y clavó cuarteando en los medios tras lo que volvió a hacerse dueño de la voluntad del toro, hilarlo a lo que mide un hilo y torearlo a dos pistas durante media plaza. Cuanto más le podía el torero, más se iba parando el toro, lo que no fue nunca óbice para que Ventura se sumergiera en el riesgo de las cercanías más absolutas metiéndosele por dentro una y otra vez, cambiándole de lado, cada vez con más ajuste, con más apretura, con menos espacio, con más emoción. Fue entonces el momento de Chalana, con su balanceo espectacular y perfecto en el cite, la exquisitez con que hace las suertes y las piruetas ajustadísimas con que salió de cada una de las banderillas. El carrusel de cortas con Remate tuvo la complejidad y el mérito también de que, tras cada una de ellas, el de Murube se iba cerrando, por lo que el espacio por donde Diego pasaba era cada vez menor. Recetó un rejón entero que parecía suficiente, pero que no lo fue. Echó entonces el jinete pie a tierra, montó la muleta con el descabello y se regaló un puñado de muletazos de variada factura de tanta belleza como luminosa improvisación. El broche fue que pidiera cambiar el descabello por la espada, se cuadró y, ante la sorpresa de todos, se tiró a matar cobrando una estocada hasta los gavilanes que puso en pie la plaza. Fue la última genialidad del Genio en una tarde de genio desatado. El corolario a su superioridad, el guiño a ese espíritu tan suyo de querer siempre más. El colofón a una tarde redonda, maciza y magistral. Otra más.  
02/10/2016
2/10/2016 Zafra
dos orejas y dos orejas
Luis Terrón y Murube