Diego Ventura, Centauro de Oro

Era su primera aparición de la temporada en plaza francesa y la aprovechó Diego Ventura para reeditar aquello que parecen querer ignorar: su idilio, su correspondencia, su sintonía con la afición gala. Tuvo que ser en Saintes Maries de la Mer donde el jinete de La Puebla se reivindicara como el Centauro de Oro, galardón que en esta ciudad de singular esencia taurina distingue al mejor rejoneador allí de cada temporada. Porque suya fue la tarde. Por completo. Como este momento del rejoneo. Salió con muchos pies el primer toro de su lote, moviéndose y transmitiendo. Lo recibió Ventura con Lambrusco para clavar un solo rejón y dejar varios recortes bellos como rosas e impactantes, que encendieron enseguida a los tendidos e imprimieron a la tarde los primeros fuertes impulsos. Así dado, sacó a Sueño tratando de cuajar al toro en plenitud, pero éste se paró en seco y sin remisión, de manera inesperada, agarrándose al piso y haciendo imposible, por ejemplo, el toreo de costado por los adentros que pretendió el torero. Más mérito, entonces, tuvieron las dos banderillas a toro parado que dejó Diego. Recurrió luego a Nazarí y éste, como tantas veces, como siempre, obró el milagro de lo imposible, invadió para conquistar los terrenos de las cercanías más absolutas y con un pulso casi imposible, medido, preciso, exacto -ése que da lugar al temple que todo lo puede- tiró de la acometida de piedra del toro para lograr acometidas en ese punto difícilmente esperables. Tras el carrusel de cortas con Remate, cobró Ventura un rejón entero, a pesar de lo cual precisó de tomar el descabello y ahí se difuminó la opción del premio. Sí lo obtuvo por partida doble en el cuarto, segundo de su lote. Lo saludó con Guadalquivir para recetarle un solo rejón en previsión de que pudiera pasar lo de antes. Por suerte, no fue así y éste toro sí duró más, sacó otro fondo y galopó con clase, lo que le permitió a Ventura disfrutarlo, ahora de otra manera, con Nazarí. En el toreo de costado que con Nazarí alcanza la perfección antes de clavar dos rehiletes dejándose llegar de frente y muy abajo al astado. Fue entonces el momento de Fino, otra vez cumbre. Dos banderillas dejó Diego con él, batiendo una barbaridad, pasándose toda la embestida de una punta a otro de los pechos y rematando la suerte con piruetas limpias como el cielo de la tarde de hoy en Saintes Maries de la Mer y ajustadas para que la emoción que sintió la gente estuviera tan justificada. Pero la cima de la tarde vendría luego, con Dólar y un par a dos manos sin cabezada, que resultó impecable e impoluto. Emocionantes y emotivo. Luminoso y brillante. Puso Diego a la plaza en pie y pie a tierra puso a él para compartir con su caballo, con Dólar, los honores de la ovación cerrada del público francés. Completó su obra el jinete cigarrero con las cortas al violín montando a Remate antes de cobrar un rejón entero que precisó del descabello. Esta vez no fue ello rémora. Saintes Maries de la Mer, Francia, estaba ya rendida al magisterio y la capacidad de quien hoy se reivindicó, por si quedaba alguna duda, como el Centauro de Oro.
14/07/2017
 Saintes Maries de la Mer
 ovación y dos orejas
Fermín Bohórquez