Diego corta dos orejas en Ejea de los Caballeros

04/09/2018
EJEA DE LOS CABALLEROS
Oreja y oreja
Luis Terrón
Sin solución de continuidad en su meteórica temporada de 2018, Diego Ventura -que lleva ya un mes cruzando España para seguir regalando su momento- ha cortado hoy dos orejas a su lote de toros de Luis Terrón en Ejea de los Caballeros. Un trofeo ha obtenido de cada uno de sus ejemplares, que han servido para el torero y su concepto por cuanto que se han movido y han tenido vibración, dos cualidades que el rejoneador de La Puebla del Río luego multiplica exponencialmente. Así lo ha hecho como denominador común en dos faenas de poder y de torear muy templado con pasajes brillantes. Porque brillante y gigante ha estado Guadalquivir en el tercio de banderillas al primer toro de Terrón. Brillante y gigante por su desnuda sinceridad y por la clase que derrama al hacer cada suerte. Que no sólo las hace, sino que las engrandece. Es cómo se deja llegar a los toros, cómo le ofrece los pechos, la expresión en su forma de ir y de torear, cómo coloca la cara metido por completo y con bellísima naturalidad en el embroque, toreando siempre, haciendo suya la embestida, recogiéndola en su anatomía para pasársela muy muy cerca, por completo. Como también lo hizo Bronce a continuación, cuyo dominio de los terrenos destila una solvencia y una seguridad pasmosas. Bronce disfruta caminando por la cuerda floja de ese sitio donde ya se siente el calor del roce de los pitones, el aliento del toro, su acometividad. Con Bronce, Diego Ventura reduce los espacios a su mínima expresión hasta casi hacerlos desaparecer. Pero están ahí -tienen que estar-, no se han esfumado, están atados al mando del torero con el hilo imposible del temple más grande. Otra oreja obtuvo el jinete cigarrero de su segundo, que se dejó también, y con el que dejó una exhibición ya de salida con Lambrusco, demostrando Ventura que no hay trámite alguno en cuanto sucede en sus faenas, que cada una de ellas es un proceso desde el que se va construyendo un todo compacto y unívoco. Por eso fue tan importante para cuanto vino después esa forma tan sutil de Lambrusco de imponer sin forzar el ritmo sedoso que, en adelante, tuvo ya el resto del trasteo. De ello se sirvió Fino, sublime, para componer un tercio de banderillas que fue un derroche del arsenal de capacidades que le alumbran y que le convierten en uno de los caballos fundamentales de este momento del rejoneo contemporáneo.