Pero Valencia hablará de ti…

La suerte -o la justicia- es otro elemento definitivo en el toreo. Un matiz fundamental. De ésos que cambian el sino de una tarde o, como hoy, de una mañana. La suerte -o la justicia- le dio la espalda en Valencia a Diego Ventura. Primero, cuando se le rompió una mano al toro que abrió su lote, vacío de casi todo y ante el que se inventó una faena que no existía, sobre todo, con Nazarí y Fino colosales. Luego, en el cuarto, al pinchar por dos veces una obra de ensueño a lomos de Sueño que volvió loca a Valencia, a la que envolvió en el delirio más absoluto. Pero el balance final dice "silencio y ovación". Eso dice el marcador, pero la realidad es otra. La realidad, Diego, es que hoy Valencia hablará de ti... Diego Ventura ya pudo haber estrenado su esportón hoy con su actuación ante el primero de su lote, de nombre Sediento-14. Fue éste un toro que salió sin demasiado celo, agarrado al piso, una tendencia que trató de corregir con Añejo y ese temple innato que imanta y embauca a los toros a base de suavidad y de convencerlos. Sabedor el torero de que toda posibilidad de lucimiento habría de salir de su mano, inauguró el tercio de banderillas a lomo del mago Nazarí, el hipnotizador por excelencia de cualquier tipo de toro, sea bravo o, como éste, renuente. Ni un segundo de tregua le concedió Diego al de Bohórquez. A base de invadir su espacio y atárselo al estribo con el hilo mágico del temple, provocó la arrancada del toro, la calibró, la precisó, la multiplicó, la estiró y la exprimió galopando de costado ante la sorpresa de todos. El mago Ventura sacando imposibles de su chistera. Una magia ésta que no surge de la nada, sino del todo, de la capacidad de jinete y de caballo de jugarse el tipo de verdad yéndose a vivir allí donde los espacios dejan de serlo. Porque cualquier derrote a destiempo del toro te derriba y te deja a su merced. Hay pulso, hay temple, hay milagro en esa forma de Ventura y de Nazarí de meterse a los toros tan debajo para torearlo tan ajustado, pero, sobre todo, hay valor sin cuento, apuesta a cara o cruz al tirar al aire la moneda del todo o nada. He ahí el mérito de trances como éste. No había salido aún Valencia de su asombro, cuando Diego rompió éste en mil pedazos con una banderilla al quiebro de escalofrío puro con Fino, de auténtico clamor, con el toro completamente parado y sin acometer más que con el movimiento último de ir a por su presa cuando la siente en sus garras. Fue justo ahí, en ese precipicio ante el que no hay vuelta atrás, cuando el torero de La Puebla se inventó un quiebro a sangre y fuego con Fino sencillamente sublime. Todas las fallas de Valencia en el día de San José parecieron explotar al unísono prendidas por la mecha de la verdad más cierta. Cuando casi tocaba ya Diego Ventura el premio al milagro obrado, el toro de Bohórquez se lesionó en una mano y le obligó a terminar con la obra antes de su remate. Ahí se enfrío todo de golpe. Pura injusticia porque el clamor se hizo silencio. Aunque, si cabe, éste no hizo sino dejar más espacio en el ambiente para que siguiera resonando el eco de lo que el Genio acababa de realizar. Aunque para genialidad, la que vino ante el cuarto, Solista-80 de nombre. Un buen toro que, sobre todo, tuvo movilidad y transmisión y que Ventura paró con Lambrusco. Probadas ahí las condiciones del toro, puso en liza Diego a Sueño y compuso con él un tercio de banderillas sencillamente soberbio. Sueño desplegó toda su capacidad, todos sus recursos, todo su arsenal de fantasía. Ralentizó el brío del murube para llevarlo toreado de costado en largos tramos y a suspiros del estribo para, a continuación, recortarlo por dentro en el espacio mínimo posible, recogiendo el propio caballo su grupa para caber por donde no se podía y dejar parado al toro en dos metros cuadrados. Así, una y otra vez, al tiempo que el público de Valencia, en el día grande de sus fiestas, festejaba feliz, otra vez, el milagro del toreo. Luego llegó la hora de clavar, quebrando allí donde no hay marcha atrás, dando las ventajas al toro, deteniéndose en el momento del embroque para esperar, dejarse venir y ahí batir. Especialmente pletórica fue la última banderilla, para la que citó Diego Ventura dando toda la plaza al ejemplar de Bohórquez y, tras provocarle la arrancada, perder pasos hacia atrás y reaccionar en el último instante, quebrar, clavar y salir en la máxima expresión de la reunión. La locura prosiguió con Chalana, sus quiebros también y las piruetas impecables con que salía de las suertes. No cabía más ligazón posible que en el carrusel de cortas con Remate, por lo que todo estaba predispuesto para que, también en lo material, el triunfo lo fuera y a lo grande. Pero mediaron dos pinchazos antes del rejón definitivo y ahí se escaparon las dos orejas y la puerta grande. No se podía disimular la contrariedad en la expresión del torero. Vuelve a pasar con otra actuación de ésas con las que se sueña. Aunque al catálogo de las obras maestras le quedan todavía muchas páginas en blanco por escribir. Es sólo cuestión de tiempo. Hasta mañana mismo, quizá. Pero, entretanto, no tengas dudas, Diego: hoy Valencia hablará de ti y eso es justo lo que siempre quisiste conseguir...
19/03/2017
 Valencia
 silencio y ovación
Fermín Bohórquez