Apoteósico Ventura en Moita

Ni porque estaba en el umbral de Madrid, a sólo unas horas de su segunda comparecencia del año en Las Ventas, se midió Diego Ventura esta noche en Moita ni se guardó nada para mañana. El Genio no sabe de reservas ni de medianías, sólo de gozar con lo que es su estado natural: el toreo. Y gozar, gozó en esta noche apasionante en Moita, en mano a mano con Roca Rey. Y al gozar, hizo feliz al público que llenó en gran medida de los tendidos del coso portugués. La obra cumbre de la noche llegó en el quinto, tercero de su lote, como los demás, con el hierro de Cortés de Moura. Un toro que se movió con vehemencia y al que recibió con Lambrusco antes de componer con Fino una faena para el recuerdo. Todo el tercio de banderillas ejecutó con Fino, en una constatación más de cómo y de cuánto está creciendo este caballo -dicho queda ya con anterioridad-, llamado a ocupar un lugar muy especial en la mejor cuadra de la historia del rejoneo. Ventura sostuvo los embroques hasta el límite de lo posible, buscando la reunión más exacta y perfecta, exponiendo una barbaridad en pos de la pureza elevada a la enésima potencia. Batiendo en cada banderilla más al pitón contrario, abarcando y toreando toda la embestida del toro con los pechos de Fino. Los tendidos se convirtieron en una locura de entrega a Diego a la par en que éste se entregaba olvidando que mañana le espera Madrid. No hay medidas en su filosofía, sólo el corazón y la inteligencia puestos al servicio del rejoneo y de su legado. Moita obligó a Diego Ventura a dar dos vueltas al ruedo para coronar una noche excepcional. Una en cada toro dio en sus actuaciones precedentes. Sirvió más su primer oponente, al que paró también con Lambrusco y con el que toreó al límite de lo que permiten las leyes de la física con Nazarí. Sobre todo, galopando de costado con el hocico del toro prácticamente besando el estribo del jinete. Sencillamente impresionante. No cabe más pulso ni más tacto. Temple puro. Ese milagro... Ventura culminó su primera faena con Remate. El tercero -segundo de su lote- fue un toro más complicado, que no se terminó de entregar nunca, y eso requirió del rejoneador un importante ejercicio de exposición. Por supuesto, no le volvió la cara Diego a ello desde el momento de su recibo al doblarse con Añejo en el terreno justo. Es maravillosa la flexibilidad de este caballo, su capacidad para convertirse en una especie de tornado de seda que hace suya y acaricia la embestida de los toros para volverlas pausadas. En banderillas, toreó el jinete hispanoluso con Sueño y Roneo, con los que se dejó llegar al ejemplar de Cortés de Moura, otra vez, hasta el infinito. Hoy era la noche previa a Madrid, a otro paso por la cátedra, por la primera plaza del mundo. Pero eso será mañana. Hoy el Genio tenía en su mano la posibilidad de gozar y gozó haciendo feliz a Moita regalándole una noche sencillamente apoteósica.  
27/05/2017
 Moita
 vuelta, vuelta y dos vueltas
María Guiomar Cortés de Moura