Fantasía frente al vacío

Fue la tarde una cuesta arriba. Una pendiente difícil de sortear. El toreo –y el toreo a caballo sobre todo- precisa de la emoción del toro. Del empuje, de la entrega, de la transmisión. Si, en vez de esto, aparece todo lo contrario, la tarde se hace una pura cuesta arriba. Por un motivo o por otro, no tuvo opción alguna Diego Ventura de encontrar la correspondencia que buscó de mil maneras en su lote. Mansos de salida ambos. Desentendidos. Reservones hasta la desesperación y reaccionando con disimulada falta de clase al ir en busca de las cabalgaduras, poniéndose por delante las contadas ocasiones en que acometieron. Resulta complicado recordar alguna embestida franca de verdad, en la que el torero pudiera rebozarse, si quiera, sentirse. Ante lo que no se cansó nunca Diego de plantear, la única respuesta fue el vacío. Y aún así, frente al vacío, emergió la fantasía. Aseguraba Ventura en la previa de su comparecencia en la Maestranza de Sevilla que cada vez piensa menos lo que va a hacer en la plaza, que cada vez se apoya más en la inspiración, en lo que surge según el instante y las condiciones. Y hoy fue un buen ejemplo de ello. Porque, a pesar de tanto vacío enfrente, no se resignó nunca el torero de La Puebla del Río y trató de torear como le salía del alma, como merece Sevilla y lo que Sevilla significa para él, trasladando al público esa sensación tan especial de la chispa que puede saltar en cualquier instante. Y eso hace que el público esté en tensión, a la expectativa, con los ojos bien abiertos, sabedor de que el mago Ventura, de pronto, por menos fondo que tenga la chistera, en cualquier instante puede sacar de ella la magia que emerge de la fantasía. Y fantasía hubo en pasajes sueltos de sus dos faenas, pero que, aún así, fueron mucho más de lo que la chistera alumbraba. Por orden cronológico: el tercio de banderillas ejecutado con Fino. Una cerilla encendida en medio del mar capaz de incendiar el mar. Emoción y espectacularidad desde el mismo cite, con el tordo alzándose de manos incitando así toda la embestida para él. Y haciéndola suya luego para clavar de frente y salir con piruetas tan ajustadas como el margen para crear que hoy tuvo Diego. Fue ahí la primera vez que la Maestranza se puso en pie a los pies de su Príncipe. Pero no la única. Volvió a pasar en el que hizo quinto, segundo del lote del jinete cigarrero. Sucedió en un recorte más por dentro que por los adentros de justo como lo hizo Ventura desafiando las leyes de la física. Porque, por donde pasó Diego con Sueño, no cabía un caballo con toda su anatomía. Pero, lejos de medir el intento, se fue Ventura de cabeza a por él porque el alma se le empezaba a quemar de tanto vacío y era Sevilla. Y por ese resquicio se coló con Sueño, que hizo de su cuerpo un acordeón que se recogió por completo, como un elástico también, porque pasar había que pasar. Y pasaron Diego y Sueño con impoluta limpieza, como surgen los milagros. Y, ante la eclosión sorprendida de la gente, el gesto torero del torero con su mano derecha abierta hacia el cielo de Sevilla como preguntando “¿Qué? ¿Que no pasaba?”. Pues pasó en uno de esos recortes de los que la gente sale hablando de la plaza: "¿Pero viste cómo lo hizo?, ¿Cómo pudo hacerlo.?...” Pues porque es Diego Ventura… El otro chispazo mágico tuvo a Dólar como protagonista la tarde de su debut en la Maestranza de Sevilla. Lo había hecho Diego ya en otros sitios, pero seguro que pensando en hacerlo aquí, en su plaza, donde Ventura más necesidad tiene de sorprender y de sorprenderse. Le retiró la cabezada a Dólar, tomó un par de banderillas con las dos manos y, tras un primer intento que no salió bien porque el toro esperó primero y amagó después, se fue de frente al de Bohórquez como quien se va detrás de la última opción que le quede de vivir. Y, esta vez sí, el par quedó arriba, ejecutado en la pureza de ir de frente, envuelto en una explosión de alegría total del tendido, que se puso en pie por tanta fantasía a pesar de tanto vacío. La tarde deja también el recuerdo de los muletazos dados con Lambrusco abarcando toda la embestida del primero con todo su cuerpo. Y el valor templado y sincero de Nazarí para no dudar e ir de verdad en busca del manso que espera antes y también durante su arrancada. Y lo despacio que Bombón –otro que debutaba en Sevilla el mismo año en que se está estrenando- se metió debajo al toro para que Ventura se cobrara un rejonazo fulminante que le valió la oreja cortada. Y el envite del torero con Añejo al irse a portagayola para, con el toro yendo hacia él, no pasar ni dejar que pasara, sino hacerse con toda la acometida en ese punto en que aún no tiene medida para retenerla en la espiral de toreo que proponía Añejo, también nuevo hoy en la Maestranza. Y el bamboleo perfecto de Chalana antes de echarse encima del vacío quinto para clavar. Chispazos de pura magia, pasajes sueltos de lo que pretendió ser una gran obra porque Diego Ventura la traía soñada, que no trazada, en ese íntimo rincón del alma que se reserva para su Sevilla. Esa emoción que impregna el aire de la sensación de que algo puede pasar, de que algo va a pasar porque el mago Ventura no renuncia nunca a la fantasía por más vacío que tenga delante.  
30/04/2017
 Sevilla
 oreja con petición de la segunda y ovación tras petición
Fermín Bohórquez