¿Por qué lloras, Diego?

¿Por qué lloras, Diego, si hoy pusiste la gloria a tus pies? ¿Por qué lloras, torero, si nunca antes nadie estuvo tan cerca de lo que es casi inalcanzable? ¿Por qué lloras, Ventura, si hoy las lágrimas fueron de Málaga, pero de alegría? ¿Qué se te ha roto de tal manera por dentro como para causar ese dolor tan hondo? Seguramente, sólo tú lo sabes. Bueno, tú y quienes forman parte de ti, que es como ser tú. Esa gente que sabe de tus demonios cuando las cosas no están a la altura de la justicia de tus sueños y de tus hechos. Esa gente para la que no tienes horas porque todas tus horas son para la locura que te mantiene vivo y que te da sentido. Esa gente que goza y que sufre contigo a la par que gozas y que sufres tú. Seguramente, sólo tú y sólo ellos sabéis por qué lloraste hoy sin consuelo sentado en el estribo de una Malagueta rendida en su admiración por lo que acababas de hacer... ¿Por qué tú sabes lo que acababas de hacer, Diego? ¿Tú eres capaz de explicar cómo es posible que Sueño se transforme en suspiro que se cuela por esa única rendija de lo imposible por donde sólo cabía ese suspiro y la locura de hacerle pasar por ahí? ¿Tú puedes, torero, decirnos a los demás cómo es posible dejarse venir a un toro así de bravo desde los medios tranco a tranco, frenada a frenada, arrancada a arrancada, hasta quebrarlo donde sus pitones quemaban y dejar posar sobre él esa banderilla sutil al tiempo que Sueño y tú, tú y Sueño, rompíais las leyes de la gravedad y de la física para salir sin iros, para pasar quedándoos, para burlar evitando que semejante tren os arrollara? ¿Cómo has conseguido, Ventura, sincronizar tu corazón al de Sueño para que el tuyo y el suyo latan a un mismo tiempo? ¿Qué milagro es ése, Genio? ¿Pero tú sabes lo que hoy hiciste en Málaga? ¿Tú has escuchado rugir al Mediterráneo entero tomando el eco de la Plaza? ¿Pero tú has sentido vibrar al monte Gibralfaro mientras se echaba las manos a la cabeza al verte? ¿Pero tú has notado cómo todas esas miles de almas han sido un alma sola emocionada con la locura de tu toreo? Entonces, ¿por qué lloras, Diego? Pero si en Sueño ya tienes la gloria que perseguías cuando de niño buscabas con la mirada qué habría más allá del horizonte naranja y celeste de las marismas de La Puebla. Si en Nazarí has alcanzado la perfección de bautizar con nombre de caballo todos los cánones que dictan cómo es el toreo. Si a Ritz le has metido en la sangre el destello de un rayo que sobrecoge. Si en Remate el tiempo dura un poco más de lo habitual al compás que marca el toreo. Si tienes en don Antonio mil veces satisfechos todos los empeños que no pudieron ser suyos porque la vida tiene sus propias trazas y sus propios caminos. Si en doña Irene mantienes esa fuente de raza que es la candela que aviva el fuego de lo que quieres a toda costa. Si no te falta nunca desde todas las barreras del orbe taurino el aliento incondicional de una mujer enamorada. Si Dieguito ya va tomando pintas de ser don Diego de aquí a la vuelta de la esquina... Si tienes todo eso y, además, ya has sentido esta tarde en Málaga qué tacto tiene la gloria, ¿por qué lloras, Diego?  
21/08/2016
 Málaga
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Fermín Bohórquez