Ventura esculpe en Zamora otra obra cumbre

Una locura. Una bendita locura. Una locura mágica. Una locura compartida al unísono para convertirse en felicidad. La de todas las personas que hoy han asistido en Zamora a un derroche de rejoneo total. Y ésta es la grandeza del toreo, lo que le distingue: su capacidad para poner de acuerdo a miles de personas a un tiempo en brazos de la felicidad. La que les ha regalado un genio que tiene por ventura parir genialidad. Es su sino, su razón de ser, su late motiv, su destino y su sueño también. Cuatro orejas y un rabo. Incuestionable. Pero en la misma medida en que lo ha sido la actuación rotunda y magistral de Diego Ventura ante dos toros de Conde Cabral del todo diferentes. Y justo esto ha puesto en escena lo amplio de sus recursos. Para poder con poder, con ese valor que nace del corazón y de la cabeza también, de quien tiene el pleno dominio de los terrenos y de las querencias y la capacidad también para alcanzar ese más allá reservado a quienes pasan todos los límites. Así ocurrió ante el manso y aquerenciado primero, al que el jinete de La Puebla del Río dominó y exprimió en sus propios dominios. Realmente bueno fue el quinto. Un toro bravo, con movilidad, muy enrazado y con clase. Material propicio, pues, para que emergiera en plenitud un Diego Ventura desatado de inspiración, de acierto, de torería. Arrebatado al tiempo que equilibrado. Sobrepasando siempre la frontera que él mismo ha marcado en tantas ocasiones. Sencillamente genial. Haciendo de cada suerte, de cada encuentro, una verdadera explosión de toreo y de belleza que toda la plaza hacía suya envuelta en un huracán de emociones que Ventura no dejaba que se mitigaran sino que fueran a más hasta llegar a ese punto culminante del rejón cobrado en los medios. Era el colofón perfecto para una obra deslumbrante y perfecta. Los máximos trofeos para Diego como medallas que, en nombre de Zamora, le distinguieran como el dueño de la cumbre. Que lo hecho hoy ha sido muy importante, pero más aún si se tiene en cuenta que lo ha cuajado con caballos como Guadalquivir, Fino, Roneo, Ritz, Bronce... Parte todos ellos de esos caballos grandes que el sevillano viene anunciando hace tiempo que se estaban forjando en su casa para ser, incluso, mejores que las estrellas conocidas por todos. Lo ha dicho el propio Diego alguna vez y otra vez el tiempo le da la razón. Esos caballos, como tantos otros, son las manijas que ponen en las manos de Ventura el mando del tiempo del toreo. Éste que le corresponde por derecho propio y por acontecimientos como el de hoy en Zamora. Otra obra cumbre.  
26/06/2016
 Zamora
dos orejas y dos orejas y rabo
Toros de Conde de Cabral