Los toros y la suerte se pusieron en contra

Como si de un presagio se tratara, empezó la tarde Diego Ventura advirtiendo de todos los factores que deben darse para que un torero alcance en una plaza como Madrid un triunfo tan grande como aquél que le deben. Son muchos factores. El primero de ellos “que los toros embistan”, decía Diego en los micrófonos del Plus. Y fue un presagio. Porque sus toros no embistieron subrayando así lo difícil que es cuajar una tarde en Madrid tan grande como aquella otra de la que, se notó, aún duran los ecos entre público y aficionados. Fue toro complicado el primero, Saeta-49, de Carmen Lorenzo, de ésos de los que se dice ahora que tiene muchas teclas que tocar. Y las tuvo… Ya de salida mostró que no tenía ritmo, que se manejaba a velocidades diferentes, que soltaba la cara y se cruzaba cortando el viaje por delante a Lambrusco. Lo propio hizo con Nazarí, aunque la capacidad sin techo y el temple de este caballo le ocultó muchos defectos de cara al público. De momento, en el toreo a dos pistas, le tapó la salida evitando que se fuera como buscaba. El toro, a su aire siempre, cambiando su paso a cada paso, y Ventura contraponiendo pura despaciosidad para corregir esa condición. Lo que es el toreo cuando el toreo es lidia pura. Muy en corto y partiendo de los adentros la primera banderilla. Dando media plaza en el cite las dos siguientes y tratando de sostener lo más posible la reunión en el encuentro a la hora de cuartear porque el cuatreño esperaba primero y se cruzaba luego una vez que acometía. Como el toro iba a menos y se embrutecía por momentos, redujo Diego la faena y sacó entonces a Remate. En el carrusel de cortas, ejecutadas al violín, se puso de manifiesto como nunca la condición cambiante del toro. Se arrancó con velocidad en las dos primeras, e incluso, persiguió a la cabalgadura, para pararse luego y esperar y cortar en la tercera. Exactamente lo mismo hizo en el último tercio, lo que complicó a Ventura la suerte. Precisó de dos pinchazos antes de un rejón entero y de dos descabellos luego, lo que dejó en ovación el reconocimiento final de Madrid al jinete de La Puebla del Río. El quinto, Piesdeplata-21, de El Capea, fue un calco de este toro anterior. Otro toro incierto y reservón, de acometidas cambiantes y comprometidas, que obligó a Diego Ventura a sortear derrotes certeros y muy secos, sobre todo, con Nazarí, con quien pisó terrenos tan imposibles como que consiguiera sortear con bien esas cornadas a milímetros de los costados del caballo. Asumió Diego consciente ese riesgo porque sabía que era la única forma de sacar partido a la faena: lidiar más que torear porque esto último resultaba empeño poco probable ante la brusquedad del capea, que no se entregó nunca, ni humilló, que no obedecía y que se ponía por delante, incluso, más de lo que pudo trascender al tendido. Otra vez Ventura tapó tal puñado de complejidades. Antes que con Nazarí, probó el de La Puebla con Sueño y dejó recortes extremos muy por los adentros, sin casi espacio, marca de la casa. A la hora de clavar, tenía que darle un tiempo más a ese momento de llegar a la cara, batir y quebrar de lo que esperaba el burel. Sí logró el rejoneador ponerle ligazón a las tres cortas que clavó en los medios sorteando también aquí el instinto defensivo del toro. Ni suerte con el lote ni con los aceros tuvo Diego. El colmo fue que el rejón de muerte, dirigido arriba, rebotara en uno de castigo y saliera despedido. Otro entero cobró luego pero, aún así, necesitó de un descabello. Así las cosas, no quedaba otra hoy que resignarse a acumular ovaciones, las mismas que multiplican el eco del dolor callado del torero que sabe que no le hicieron justicia cuando debieron hacérsela, el pasado día 7. Triunfar en Madrid, como hacerlo en cualquier lugar, no es sencillo. Cuesta mucho. Sólo los toreros lo saben bien. Por eso araña esa sensación de que te privaran de aquello que fue tan grande…  
21/05/2016
 Madrid
 ovación y ovación
Carmen Lorenzo y El Capea