Diego Ventura roza otra Puerta del Príncipe

¿Qué faltó? Desde luego, muy poco… Porque el público pidió la oreja con fuerza. Incluso, abroncó al palco una vez terminada la vuelta al ruedo de clamor que dio Diego a una Maestranza entregada. Quizá, más que esa petición, valoró el presidente los dos pinchazos que precedieron al rejonazo final. Una lástima porque Ventura se cuadró bonito, a escasos metros del toro, en el tercio, frente a frente los dos, los dos quietos y la plaza en silencio. Pero algo falló y la rúbrica no fue la que tenía que ser, la que debía haber sido. Quizá fuese eso lo que faltó porque lo demás, lo que se dice todo lo demás, la obra y la plaza rendida, eso sí lo hubo… De haberse producido, hubiera sido una Puerta del Príncipe derribada. Porque con poco contó Ventura en sus dos toros para alcanzar esa perfección que requiere un triunfo grande en Sevilla. El primero, Desconsolado-27, fue de más a menos, desarrolló buen son de salida, incluso lo mantuvo cuando tuvo enfrente el temple medidísimo de Diego para torearlo sin quebrantarlo nunca. El segundo, Lejano-80, salió desentendiéndose y, ya antes incluso de recibir el primer rejón de castigo, requirió de Ventura llegarle mucho para encelarlo y calentarlo. Pero se paró a las primeras de cambio y todo fue un esfuerzo continuo del torero por tirar de él y provocar sus embestidas. Paró con Lambrusco al primero, toro de Bohórquez al que terminó cortándole las dos orejas. Tacto de seda desde el comienzo para medir ya entonces que todo habría de hacerlo a favor del cuatreño. De eso se encargó Nazarí, que es el dueño mismo del temple, el poseedor del don. Fue un primor cómo, yendo a buscar al toro a los terrenos de su querencia, lo ató a su mando y a su capacidad para convencerle de que era mejor así y conducirlo muy toreado casi media plaza antes de, sin solución de continuidad, clavar cuarteando de adentro a afuera una primera banderilla que ya puso en pie por vez primera a los tendidos. De ese mismo lugar donde clavó fue Diego a recoger al burel para llevárselo a dos pistas hasta justo el lado contrario de la plaza, dejarlo ahí fijado y darle todo el ruedo en el cite para luego irse hacia él otra vez con un tierra a tierra tan bello como encendido y clavar en la misma cara de tanto como tardeó el de Bohórquez. Repitió Diego la gestación del tercer encuentro, aunque cambiando ahora su colocación y yéndose él hasta casi la puerta de chiqueros, dejándose ver mucho, pero teniendo de nuevo que llegar todo lo posible y más porque si no era imposible… No se puede hacer más con menos. No se puede condensar mejor la arquitectura del toreo cuando es oficio para lidiar con toda su belleza cuando se trata de lucirlo y de realzarlo. Estando el toro así, tan remiso, tan pegado al suelo, Ritz era el caballo. Y con él lo intentó el rejoneador de La Puebla, sobre todo, en una banderilla al quiebro con el toro muy parado y no acometiendo hasta que el propio caballo le llegó a la cara. Ligó el carrusel de cortas con Remate como anticipo de un rejón entero y de impecable ejecución que tuvo pronto el único efecto que cabía. Por eso las dos orejas incontestables: porque nada se dejó por detrás y todo lo hubo de sacar de su chistera… Con todo, la primera hoja de la Puerta del Príncipe, de su puerta, estaba abierta. Y salió el cigarrero a abrirla del todo en el segundo, que sirvió menos aún. Lo recibió con Altozano, le esperó en los medios para pararlo y fijarlo ahí, pero era ver la salida hacia las afueras y sacar el cuatreño su atención del envite buscando irse. Con todo, lo enceló Diego a base de doblarse muy encima con él y de taparle siempre la salida. Dicho está: quedaba la otra hoja de su puerta por abrir, así que apostó alto Diego en el tercio de banderillas y sacó a Sueño, que se ha estrenado así este año en la Maestranza. Renuente el toro, no quiso nunca traspasar la línea que va más allá del tercio. Allí, pues, lo dejó Ventura para, tras darle mucha distancia en el cite, clavar la primera banderilla batiendo al pitón contrario y tratando de llevárselo cosido al estribo hasta cambiarle los terrenos, provocando siempre, pero pocas veces hallando respuesta. Así las cosas, decidió el rejoneador plantearle toda la batalla con sus condiciones: el toro en el tercio y en su querencia y Sueño y Ventura citando de dentro a afuera, desde la puerta de chiqueros a ese tercio donde el burel se había emplazado. No fue fácil lograr la reunión que Ventura pretendía considerando la condición mansa del de Bohórquez. Pero no cesó en su empeño hasta lograr en una cuarta banderilla en la que, ahora sí, y siempre por su insistencia y capacidad de aguante, consiguió metérselo en el estribo y clavar. Otra vez labor de oficio, de técnica, de magisterio. Con todo, el clamor mayor del público en esta segunda faena llegó en el carrusel de cortas al violín con Remate. Resultó un conjunto compacto e intenso que caló mucho en el tendido y que dejó el clima de la obra en ese punto exacto para que ocurriera lo que todo el mundo preveía. Pero algo faltó entonces. O sobró. ¿Faltó la decisión del palco o sobraron los dos pinchazos previos al rejón final? Lo cierto es que Sevilla pidió con fuerzas renovar esa tradición de la que presume, pero no pudo ser. Faltó la corona, pero sólo eso. Porque el príncipe que es el dueño de la Puerta lo puso todo su parte para hacerla suya una vez más. Y Sevilla así lo supo valorar y reconocer.  
10/04/2016
 Sevilla
 dos orejas y vuelta al ruedo tras fuerte petición
Fermín Bohórquez