Diego Ventura conquista Manizales a golpes de genialidad

La plaza abarrotada, quince mil personas confirmando con su presencia en los tendidos la buena salud de Manizales, de su Feria del Café y que era una tarde grande, un ambiente de expectación máxima y, al final, la puerta grande que se abre de par en par para hacer honores a un torero empeñado en conquistar cada lugar donde crea su arte. Y eso que la corrida de Dosgutiérrez no se prestó en la medida de lo que se esperaba. Lo hizo en mayor grado el cuarto, segundo del lote de Diego Ventura y he aquí que el Genio lo aprovechó para mostrarse en plenitud, para confirmar cuanto de España se venía contando en el transcurso de una temporada mágica. “Dicen que Ventura está un paso por delante del más allá de lo que nunca se hizo a caballo en una plaza de toros…”, anunciaba el run run que ya no lo es porque se ha convertido en una feliz confirmación: Diego, el de La Puebla, ha instalado su hábitat en las nubes que te ponen a las puertas mismas de lo soñado… A ese Ventura gigante se le vio en el cuarto, un toro que se movió lo suficiente para que el sevillano pusiera todo lo demás con todo cuanto eso es. Tuvo su obra la virtud de ser cimiento al tiempo que belleza, lidia a la vez que toreo, porque fue cimentando lo bueno de la embestida del ejemplar de Dosgutiérrez, amoldándolo, amasándolo, mimándolo, sacando de sí el fondo que tenía, lo mejor de ese fondo para, con él, poner el torero lo mejor de sí mismo y de su cuadra en una faena hermosa y con ese ingrediente fundamental en el toreo que es la emoción, la conexión con el espectador, la complicidad, la sinergia casi, la fusión, la identificación. Suave el toro en su son, tenía cierta tendencia a buscar las tablas, pero se dejó hacer y Diego hizo todo lo posible y más en un tercio de banderillas grande, cumbre, a lomos de ese trío que forman Ordóñez, Morante y Toronjo y que está siendo la sensación de la temporada en Colombia. El cante grande tuvo el quejío hondo de las piruetas ajustadísimas con Ordóñez que corolaron la faena en medio de la felicidad de las quince mil personas que abarrotaron la plaza y que asistían a la confirmación ante sus ojos de todo aquello cuanto le habían contado del momento de Diego, el de La Puebla. El primer toro no sirvió nada. Engañó de salida su comportamiento suavón. Tan fue así que Diego Ventura apenas le dejó un rejón de castigo. Pero el mentiroso cambió y se fue poniendo duro y complicado. Llegó a banderillas cortando el viaje con descaro, poniéndose muy por delante de los caballos. Se puso el rejoneador con él galopando a dos pistas con Oro y esto se convirtió en un ejercicio de riesgo de verdad por cuánto cortaba el toro. Asumió ese riesgo el jinete porque por eso es Ventura y es figura del toreo. Esa condición del astado le perjudicó mucho también al final, a la hora de matar, y provocó que pinchara, lo que le privó de sumar, al menos, el primer trofeo de la tarde. Era cuestión de tiempo y el tiempo, que vino luego, se puso de parte otra vez de Diego Ventura para hacer suya la tarde. Era como si 2015 no hubiera querido terminar nunca y 2016 quisiera seguir siendo por siempre 2015.  
07/01/2016
7/1/2016 Manizales
 ovación y dos orejas
Dosgutiérrez