Diego Ventura para el recuerdo…

Los elegidos lo son porque guardan en ellos misterios que se escapan a los demás. Esa luz para crear de donde parece que nada hay. Ese volcán de lava negra que les quema por dentro y que transforman en la raza de ganadores a cambio de lo que sea que sólo tienen ellos... Un elegido en este tiempo nuestro es Diego Ventura, como ha demostrado, por si quedaban dudas, en Santander, una plaza que ya era suya y que hoy se le ha entregado sin concesiones. Abanto y barbeando tablas de salida el primer toro, Ranito-111, altísimo, se declaró pronto en mansedumbre. Lo paró con Altozano sobre la grupa en dos metros cuadrados en la misma boca de riego. Con Roneo, temple puro y tacto de terciopelo, lo enceló y lo metió en su canasto más de lo que el toro hubiese aceptado nunca. Hermosa esa manera de clavar al cuarteo tan de dulce... Y a esto que salió Milagro y el milagro que es el toreo se reveló a los ojos resplandecientes del Coso de Cuatro Caminos, completamente lleno. Todo ello en tres banderillas al quiebro que tuvieron mucho de milagro por cómo esquivó Ventura el derrote al cielo del toro de Ángel Sánchez. En la segunda, incluso, rozó el cuello del caballo. Pero venció el toreo, ése que cupo entero en cada lance de Diego con Milagro. Saltó feliz el público entre cada banderilla con dos recortes a modo de muletazos hondos como el mar que fueron pura caricia, todo toreo... Con la gente ya entregada al máximo, Diego coronó su faena con un espectacular carrusel de banderillas cortas al violín, muy ligado y reunido. Al desplantarse, el toro le soltó un derrote seco que le alcanzó la nariz provocándole una importante hemorragia. Se quitó el torero su chaquetilla, se secó la sangre como pudo, pidió el sombrero y volvió a hacer lo mismo y desplantarse otra vez para dejar claro, si es que quedaban dudas, quién mandaba allí. El rejonazo entero precisó de un descabello y en ello se apoyó el palco para no concederle una segunda oreja pedida con clamor. Se negó el rejoneador a pasar en ese momento a la enfermería, aun a sabiendas de que, como certificaron luego los doctores, tenía la nariz rota. Aunque para clamor, lo que se formó en su segundo. Con el Coso de Cuatro Caminos coreando el nombre de Diego y gritándole torero, torero todavía en banderillas. Otra exhibición de toreo total, de entrega sin límites ni condiciones. La vida puesta al servicio del toreo... Manso también este segundo, Veleto-75, reservón de salida, parado y emplazado muy pronto. Lo fijó y le quitó su querencia a irse siempre a tablas con Maletilla, doblándose con el toro en un palmo de terreno y en los mismos medios para dejar luego dos rejones de castigo. Sabiendo que el burel no le iba a ayudar nada, sacó Ventura a Maño para prender la mecha de la emotividad y de la emoción en dos banderillas yendo al toro muy despacio y obligado a llegarle a los pitones y quebrarle ahí porque hasta allí le esperaba. Comprometidas así las dos banderillas, pero triunfales ambas. Con Chalana, Diego acabó con el mercurio de los termómetros, sobre todo, al clavar un primer rehilete batiendo una barbaridad al pitón contrario y salir luego con cuatro piruetas muy ajustadas y entregadas, propias de quien estuviera jugándose el futuro de su carrera. Lo que estaba defendiendo es su condición de torero para la historia... Con Remate dejó un soberbio par a dos manos y dos rosas de gran emotividad para volver a desplantarse donde y como antes había sido herido. Vivió la plaza ese trance con el corazón en un puño antes de entregarle por completo y para siempre ese mismo corazón junto a las dos orejas y volver a corear el nombre de Diego en una vuelta al ruedo tan inolvidable como la faena. Por tardes así, por cosas así, por toreros como tú, Diego Ventura, el toreo es mágico, único y eterno. Si no, que le pregunten a Santander...  
19/07/2015
Santander
oreja con fuerte petición de la segunda y dos orejas
Ángel Sánchez y Sánchez