Diego Ventura está que se sale…

Cuando un torero suma once puertas grandes en sus últimas trece corridas es que vive en un momento decididamente dulce. Ocurre que es muy difícil determinar, cuando se trata de un triunfador nato como es Diego Ventura, cuándo comienza ese momento, dónde parte, qué lo origina. Las últimas temporadas del rejoneador de La Puebla del Río son un constante superar lo que cada año parece insuperable. Aunque es justo aquí donde aparece el matiz que, quizá, distingue este pasaje en la vida de Diego con respecto a los anteriores: la feliz luminosidad, o la luminosa felicidad, que desprende cuanto justo ahora crea. Ese halo que envuelve y realza cada una de sus obras: Diego ha hallado y vive en ese punto exacto de serenidad que eleva al artista a la categoría de lo sublime. Hoy volvió a pasar que una plaza, que otro público, terminó su tarde de toros deslumbrado por ese puro deslumbramiento que es el toreo de Ventura. Esa demostración de que siempre hay un paso más allá, de que no es verdad eso de que esté todo inventado cuando se trata de un creador por naturaleza innata, de que los límites los pone la voluntad humana de la misma forma que la voluntad humana destroza todos los límites. Que si el toro se presta, se le cuaja. Que si el toro no se presta, se le exprime hasta cuajarlo quiera o no quiera él. Como hoy en Arévalo. Reacio el primero de Terrón, pocas veces quiso de verdad hacia adelante. No importó, allá que Diego se fue a por él para inventarse la faena que casi no tenía en un despliegue de recursos y de ambición que es lo que distingue a lo extraordinario de todo lo demás. Ya saben ese compromiso que significa ser y sentirse figura del toreo. Una oreja le cortó el jinete a su primero dejando, además, la certeza de que nada se había dejado en el zurrón de su capacidad. Por suerte para Arévalo, más se dejó el cuarto, también de Luis Terrón, y ahí Diego Ventura dictó una lección de redondez. Fue la suya una sinfonía afinada hasta el extremo, sin un compás de más, sin un adorno, encajada y argumentada por completo. Toreo, que le llaman... La cima llegó en un espléndido tercio de banderillas que Chalana empezó a enjaretar con su elegante manera de batir al pitón contrario, embeber ahí la embestida del toro y traérselo por entero toreado hasta clavar en el estribo y terminar la suerte yéndose como quien no se va y se queda para siempre en ese tiempo detenido que es el toreo. Despacio, muy despacio... Y luego la explosión de Milagro, su forma tan apasionada y sincera de quebrar, ofreciendo todas las ventajas al bravo de tanto cuanto se entrega y se expone en cada uno de esos quiebros. Con Remate llegó el broche de las cortas y de un rejonazo entero que certificaba otro triunfo. El undécimo en las últimas trece tardes. Un registro que no es una cifra sino una verdad: Diego Ventura está que se sale...  
11/07/2015
Arévalo (Ávila)
oreja y dos orejas
Luis Terrón