¿Ves, Zamora, cómo sí era verdad?

Te venían hablando, Zamora, del año de Ventura. Venías oyendo de su momento de dulce, de oro. Que venía en racha, inspirado, embalado, intratable, imparable, como un cañón. Puede que, por un momento, hasta pensaras que no sería para tanto, que algo de literatura habría en esa pasión desbordada con que el aficionado, a Dios gracia, vive esta afición suya que es tan suya y que es tan única. Esperando estabas, Zamora, a Diego por ver tú con tus propios ojos si era verdad, si era para tanto... Y ya lo has visto: Ventura se encuentra pisando esa frontera de lo imposible que es imposible imaginar cuando se dice, no sin cierta razón, que el toreo a caballo ha alcanzado ya su tope máximo, su cima, su cota más alta. Pero eso es lo que todos pensamos hasta que a la plaza aparece este genio mitad de Lisboa, mitad de La Puebla del Río que tiene la bendita capacidad de hacer realidad todo aquello que sueña. Es la suya, la de Diego, una mente inquieta, insaciable, inconformista jaleada por un corazón que no entiende otra razón de latir en torero más que superando cualquier más allá que los demás veamos ya como imposible. "No puede haber más allá de Pegaso", pensamos todos, hasta que aparece Sueño... Y es ahí, Zamora, donde todas las fronteras quedan aniquiladas por el poder mágico de la ambición sin límites que sólo sin límites sabe vivir... Y ya lo has visto, era verdad. Todo ese jaleo, todo ese comentar y no parar, todo ese decir elogio tras elogio, todo ese run run que arrastra tras de sí, que lleva adonde va ese caballo que luce lazos de oro para que a nadie pase desapercibido que es de oro su manera de hacer el toreo. Ya has visto tú hoy, Zamora, que lo de Sueño es pura realidad por más imposible que nos parezca lo que le vemos hacer. Esa forma de embaucar a los toros, de robarles el terreno, de embarcarlos en embestidas que él congela, de engancharlos en la mirada y embeberlos en sus costados para darles muletazos que laten. Esa forma de hacer suya la voluntad del bravo, de citarlos desde donde le dé la gana, de aguantarles la acometida ya sea ésta entregada, reservona, pronta o contemplativa, de embrocarlos de frente en el encuentro o de dejárselos venir concediéndole todas las ventajas posibles para quebrarles y salir impoluto donde lo posible se convierte en milagro. Y ya has visto que Nazarí existe para gloria de este tiempo y de todos los tiempos del rejoneo. Que no se puede tener más magia para hipnotizar a los toros como él lo hace para darle la vuelta entera al mundo si hace falta con la bravura cosida a su voluntad. Que eso es valor y es verdad y es temple y es pureza y es el toreo en mayúsculas. ¿A que ya entonces, Zamora, a esas alturas, te lo creías más? ¿A qué ya no te quedaban dudas? ¿A que terminaste de creer viendo parar a los toros a Altozano y a Romance con esa capacidad innata que da apariencia de veteranos a quienes apenas están debutando? ¿Y a que nunca pensaste que un caballo pudiera detener su paso y pasar andando como hace Remate para que su torero clave a dos manos como quien se asoma al balcón del infinito y seguir buscando en las entrañas de lo imposible? ¿A que sí, Zamora? ¿A que lo de hoy ha sido un terremoto con el que te vas a ir a soñar, estremecida de tanto toreo? Es lo que pasa cuando por ti pasa Diego Ventura: que, aunque pasa, te lo quedas para siempre porque nunca viste nada igual... Es lo que tienen los genios: que nos vuelven locos y ya no queremos curarnos nunca de esa locura...  
29/06/2015
Zamora
dos orejas y oreja
Luis Terrón