Mágico Ventura en Moita

La Portugal taurina respira de otra manera cuando torea Diego Ventura. Presume de él, goza con él. Quizá por ello se llenó hoy la Plaza de Toros de Moita, envuelta en un ambiente excepcional, de entusiasmo, de alegría, de emoción contenida, de expectación. Todo ello correspondido luego, desbordado, consumado conforme fue avanzando la tarde noche y a calor del buen juego de los toros de María Guiomar Cortés de Moura, la ganadería triunfadora de la temporada lusa. Fue extraordinario el primero del lote del rejoneador de La Puebla del Río. Un toro con movilidad, con prontitud y con chispa en su embestida. En definitiva, ingredientes idóneos para lo que precisa el toreo venturista. Y la faena fue una sucesión continua de fantasía, de magia y de impactos directos al corazón del aficionado desde el mismo recibo que ideó Diego, muy espectacular y sincero, arriesgado también, a la vez que sorprendente. En los medios se instaló a lomos de Añejo y así aguardó la salida del toro, a portagayola, absorbiendo toda la acometida de la res, incierta en ese punto. El encuentro fue majestuoso porque Añejo hizo suyo el caudal de fiereza del burel para dominarlo, domeñarlo y encauzarlo. Como en Albacete hace unos días, Añejo y Ventura se enredaron al toro alrededor de sí, girando sin parar sobre la grupa, sobre el terreno, sin avanzar, prolongando hasta el infiinito la duración de un lance que no terminaba nunca y culminado con cuatro doblones soberbios. Otra vez la mente inquieta de Ventura, su corazón latiendo sin rienda alguna, libre, creador. Una vez parado el toro, clavó el jinete una segunda farpa dejando toda la plaza entre él y el toro, de punta a punta, para dejarse venir al ejemplar de Guiomar hasta donde ya sólo quedaba reaccionar, hacerlo, provocar el encuentro y clavar de frente. El comienzo fue del todo arrebatador, pero aún más su continuación. Diego sacó a Sueño y culminó su alboroto. Porque el toro de Guiomar era de ésos que gusta a Sueño para ejercer sus diabluras, para derrochar la multiplicidad de sus recursos, su dominio de todos y cada uno de los terrenos, la versatilidad con la que manda sobre las suertes para versionarlas y hacerlas propias. Ve uno torear a Diego Ventura con Sueño y siente que toda la evolución del rejoneo tenía que haber existido para llegar a ambos. Cuatro banderillas clavó: las dos primeras en galope, una tercera andando hacia atrás y dejándose llegar al toro, y una última en corta sencillamente sublime. Antes, como de costumbre, Sueño toreó de costado, recortó por los adentros, inventó espacios nuevos donde espacio no había y le confirió otra dimensión a la dimensión de esos mismos espacios. Tras un carrusel de cortas al violín, Ventura dio su primera vuelta al ruedo de la tarde-noche con el público de Moita en pie. Inconformista como es siempre, buscó nada más la salida del segundo seguir viviendo en ese terreno de la fantasía. Y la gente enloqueció de sólo ver cómo de nuevo se iba a esperar de frente y en los medios al de Guiomar, ahora con Lambrusco. Más aún cuando el recibimiento resultó perfecto en su ejecución, el mejor prólogo posible para una nueva exhibición de Nazarí. Era exigente el toro, nada fácil, muy encastado, pero Nazarí le recogió el guante y lo embarcó cumbre toreando de costado sin permitir que le rozara si quiera por más imposible que pareciera que no le tocara. Diego Ventura terminó de poner boca abajo la Plaza de Toros de Moita al culminar su segunda faena con tres banderillas mágicas al quiebro con Ritz. Se recuerdan cada una de ellas y todavía surge la pregunta sobre cómo pudo ser, sobre por dónde pasó el toro y por dónde Ritz... Una locura. Fantasía pura. Pura Magia. Puro Diego Ventura...  
13/09/2016
 Moita
 vuelta y dos vueltas
María Guiomar Cortés de Moura