Quien da primero da para siempre

Comenzó la jornada con un gesto de figura, de ésos que distingue a los toreros que están de verdad comprometidos con su arte y con su profesión. Los toros enviados por el ganadero Ernesto González para la primera de Diego Ventura en Cali no respondían a los mínimos que el público espera de una plaza y de un torero como ambos. Por categoría, pero, sobre todo, por dignidad, esos dos ejemplares que aguardaban en los corrales de la Plaza de Toros de Cañaveralejo no eran propios de la cita. Por eso fue buena noticia que se rechazaran. El propio Ventura celebró este hecho: “La categoría en el toreo empieza por el respeto al toro…”. En lugar de los astados de Ernesto González, y ante la imposibilidad de sustituirlos por otros dos del mismo hierro, llegó al coso otro par que, esta vez sí, subía el listón de la lógica y, dicho queda, de la dignidad que debe acompañar a una feria y a una plaza como la caleña y a una figura del toreo como Diego. Éstos dos, con los hierros de Fuentelapeña y Juan Bernardo Caicedo. Cambiaron los toros y cambió la suerte final del propio festejo en sí… Porque el cambio trajo consigo el encuentro de Ventura con Ranchero, el cuarto toro de la tarde, un buen ejemplar de Caicedo que salió pidiendo toreo y torero, apretando y exigiendo, comprometiendo y reclamando, apretando siempre. Este comportamiento, ya de salida, regaló un recibo vibrante a la garrocha de Diego a lomos de Cigarrera. Dejó un solo rejón aun sabiendo que eso podía comprometerle más. Pero era justo eso lo que el sevillano buscaba: emoción y pulso. Tuvo verdad el tercio de banderillas que cuajó con Puerta Grande. Porque el de Caicedo apretaba, a lo que el torero respondió con dos rehiletes batiendo una enormidad al pitón contrario que metieron de lleno al público en la faena. Había intensidad en el conjunto. Mucha emoción. La misma que disparó al máximo Ventura al clavar y salir con Ordóñez en piruetas muy ajustadas que, definitivamente, pusieron en pie al coso de Cañaveralejo. Otra vez Cali rendida al rejoneador de La Puebla del Río… A esa emoción que ya latía le vino de dulce el espectáculo total de Morante y su especial personalidad, ésa que ante nadie pasa desapercibida, ésa que enaltece y exalta, que multiplica por mucho los decibelios de la intensidad. Toronjo hizo el cante final con tres cortas y un par a dos manos en un embroque en el que el tiempo se paró al ritmo que impuso la voluntad del jinete. Sólo quedaba la rúbrica y ésta vez sí llegó con el rejón definitivo y muy certero ante el que no cupo discusión alguna: la plaza se llenó de pañuelos blancos, Colombia desató toda su pasión y el palco participó de esta comunión total concediendo los dos trofeos que abrían la primera puerta grande de la Feria del Señor de los Cristales. Al tiempo, Ranchero recibía el reconocimiento póstumo de la vuelta al ruedo por cuánto colaboró con el gran triunfo de un gran Diego Ventura. Bastante menos sirvió el primero, Distinguido-573, de FuentelaPeña, un manso que tendió demasiadas veces a buscar los terrenos de adentro y a defenderse brusco. Lo paró con Demonio, con el que clavó dos rejones de castigo. Sacó entonces a Oro y, de tanto poder, de tanto imponerse, el toro terminó afligiéndose y rindiéndose acobardándose en tablas. En ese sitio, en su terreno, le plantó pelea Oro para clavar tres banderillas que tuvieron riesgo porque los embroques surgieron en ese punto al que el de Fuentelapeña llegaba sólo para defenderse. Dado que el burel se apagaba por momentos, Ventura sacó a Toronjo para poner toda la carne en el asador y apostar fuerte con las cortas. No ayudó nada el toro en el tercio final, por eso llegaron dos rejonazos que precisaron luego de tres descabellos. Ahí se perdió el premio que Diego casi tenía. Cali, con todo, le ovacionó en señal de reconocimiento. Después llegaría el lío, la reconquista, la toma de Cañaveralejo a lomos de la condición de figura histórica con que Ventura ha estrenado su temporada colombiana.  
26/12/2015
 Cali
 ovación y dos orejas
Fuentelapeña y Juan Bernardo Caicedo