Otra gran tarde con Roneo como protagonista

Ya estaba empezando a pesar en el interior del artista eso de que la pincelada final, el verso último, desdibujara empañando el conjunto.Ya estaba empezando a enfadar por dentro la racha del pinchazo en lo alto, pero pinchazo al fin y al cabo. Venía pasando en los últimos compromisos y estaba dándole ya demasiados bocados a la rotundidad de todo lo demás. Entre un toro y otro, miraba Diego Ventura sin ver lo que miraba porque andaba su mirada de verdad perdida entre sus pensamientos y su rabia en busca de la luz de una explicación. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué eso ahora de pinchar los toros que se habían cuajado de una forma tan redonda? Dónde halló la luz, esa luz de una explicación, sólo lo sabe él, pero lo cierto es que cuando tomó el rejón de muerte para irse en busca del que hizo cuarto, después de haber formado otro lío y haber puesto Santoña boca abajo, lo hizo con la mirada cierta de llevar prendida en ella esa luz que anduvo buscando. Y el rejonazo cayó soberbio. Como tantas veces. Inapelable para cerrar así el círculo de las dudas que dentro del artista comenzaban a aflorar. Fue un rejonazo certero en todo lo alto de la mala racha para tirar la mala racha sin puntilla y pasar así la hoja de los versos desdibujados. Es la forma que tiene Ventura de terminar con lo que no merece más. Por eso la dimensión y profundidad de su sonrisa dando la vuelta al ruedo era otra. Era mayor. Era la sensación de gozo del artista ahora tranquilo en su interior. No merecía menos su faena a esa cuarto de la tarde. De Montalvo, ganadería que hizo bueno que Diego la eligiera para formar parte de su reto de abrir por fin el abanico de hierros y de sangres a las que también se puede torear a caballo. Se movió el astado y lo hizo con cierta clase, ocasión propicia para que el genio echara fuera el volcán que seguro llevaba dentro. Entusiasmó el jinete de La Puebla del Río, sobre todo, en el tercio de banderillas que cuajó con Roneo. Fue todo compacto, medido, preciso, perfecto. Impregnado de ese sentido de la elegancia que caracteriza a este caballo tocado, a la vez, por su capacidad para conectar y llegar al tendido. Todo lo que hace es tan de verdad, tan torero y tan seguro que emana un aroma de perfume caro que enamora a los públicos. Todo lo que hizo Roneo define la labor de Ventura a este segundo montalvo de su lote: la belleza del toreo que fluye sublime y la emoción del toreo que nace de dentro. Remate, ese aval de seguridad, elevó a la cota máxima el nivel de pureza de lo hecho por su torero, que, al sacarse de adentro la hoguera prendida por la mala racha con su soberbio rejón final, se hizo, ahora sí, con el premio merecido de las dos orejas y el rabo y Santoña explotando de júbilo por haber visto a Diego en plenitud. Muy cerca de esa plenitud que es perfección estuvo también en el que abrió plaza, otro buen toro de Montalvo. Lo recibió con Altozano y le compuso un faenón en banderillas montando a Nazarí y a Milagro. Primero fue el toreo despacio y total con Nazarí. Abarcando toda la embestida, recibiéndola, haciéndola suya para torearla por entero. Nazarí torea desde que se enfrontila y le va al encuentro al embroque hasta que de él sale toreando también. Todo reunido, todo redondo, todo compacto, todo perfecto. Y a continuación, Milagro le puso a la composición de Diego Ventura ese chispazo, esa magia, ese quejío en el quiebro que surge cuando parece que ya no queda tiempo para que surja. Ese retener y detener la embestida del toro para meterla de lleno en lo que dura su batida más allá incluso del pitón contrario. Esa capacidad para pasarse los pechos de un pitón a otro al mismo son de una centella, pero dándonos tiempo a todos a comprobar cómo son todos los tiempos de un quiebro. Con Remate clavando las cortas quedaba la obra de Diego en su punto exacto de afinación. Pero surgió entonces -otra vez- esa pincelada resbalada, ese verso inconexo de los pinchazos que desdibujaban el conjunto para pesar de un Ventura que, contado queda, se sacudió luego todos los pesares de golpe poniendo las cosas en su sitio y la mala racha patas arriba y sin puntilla.  
08/09/2015
 Santoña
ovación y dos orejas y rabo
Montalvo