El techo de Ventura no tiene cielo…

Cuatro orejas y un rabo. Un balance numérico que habla por sí solo. Un resultado ante el que caben pocas discusiones. Otra constatación ante la que sólo queda abrir bien los ojos para no dejar escapar este pasaje luminoso de la historia del toreo a caballo que está escribiendo Diego Ventura en una año sublime. De luz, precisamente, se le han llenado hoy los ojos a Cuenca. De esa luz que explota y que emana, que envuelve y que embauca, que arrasa y que abraza. Esa luz que el toreo lleva prendida en su esencia y que Ventura va esculpiendo tarde a tarde para darle mil formas diferentes con las que demostrar que a su techo no se le adivina cielo. Lo ha dicho hoy Diego toreando en Cuenca: siempre queda más techo, más cielo y más luz. La obra cumbre de la tarde llegó en el quinto, un buen toro ovacionado en el arrastre. Colosal, espectacular, inmenso Diego Ventura. Apostó alto al irse a buscar al de Benítez Cubero, Nombrado-69, a portagayola con la garrocha a lomos de Suspiro aun cuando ninguno de sus hermanos anteriores habían salido con visos de posibilidades de que éste sí le respondiera al envite. Apostó el torero, respondió el toro y el pasaje fue de una emoción y de una verdad electrizante. Apretó bravo el cubero y lo ató el jinete al surco de su garrocha en un pulso hermoso que puso en pie al tendido. Abrió luego el tercio de banderillas con Chalana, sin duda, uno de los puntales de la cuadra de Diego en este punto álgido de la temporada. Chalana es caramelo puro… Torea con una exactitud que impresiona y dejando en el paladar el regusto de lo especial. Lo suyo es sentido y es sentimiento fundido en una coctelera de la que salen chispas y destellos, luces y colores a un tiempo. Puso Ventura con él dos banderillas al quiebro de una exposición espectacular abrochadas con piruetas precisas y medidas, acompasadas y retenidas, allí donde los toros ponen las puntas de sus pitones. Sacó el torero entonces a Nazarí para hacer del ajuste condición sine quanon en la que concentrar todos los cánones del arte de torear a caballo. ¿Se puede crear tanta belleza tan al ralentí…? Otra vez Remate elevando a la máxima potencia el concepto de la ligazón con las cortas, creando una espiral que lo envuelve todo y que lo inunda todo: al toro y al público. El rejón entero y Cuenca entregada al momento Ventura. Tal y como se lo venían contando, pero multiplicado por verlo con sus propios ojos. Toda la verdad, toda la pasión, toda la emoción, toda la belleza del toreo a caballo superando sus propios límites. Los máximos trofeos para el dueño de esta época del rejoneo. No esperó mucho Diego Ventura para asegurar el triunfo en Cuenca y otra puerta grande en la temporada. No sirvió el de Benítez Cubero que hizo segundo, Nublado-65 de nombre. Empapada en la negra borrasca de la falta de raza tuvo el alma el toro, que pronto se rindió, lo que obligó al rejoneador a algo que le es propio: ponerlo todo a cambio de casi nada para, al final, ganarlo todo también. Intentó el jinete fijar la atención del burel, corregir su frialdad, su falta de atención, su ausencia de celo clavando dos rejones de castigo, pero cuando al fuego no le quedan ni rescoldos es difícil avivarlo. Eso el toro, que no al ambiente ni a la obra porque Diego es experto –un mago, queda dicho- en imponer su voluntad a todos los elementos posibles. Apenas tardó en enganchar al público a su labor en lo que se metió al de Cubero bajo el estribo con Nazarí para tirar de él como si los tres fueran uno y recorrer así varios tramos de la plaza. Imantado el toro, embebido, olvidado de su propia cobardía tras ese remolino que te atrapa y te arrastra que se llama Nazarí. Tres banderillas clavó en las irremediables cercanías que tenía el manso, ni había más terreno ni planteamiento posible: era conducir de costado, enfrontilar y clavar. Continuó entonces con Milagro, a quien eso de que un toro se mueva o no le importa bien poco. ¿Que se mueve en bravo?, se lo deja venir. ¿Que le espera para explotarle en los pechos?, en la cara que le quiebra antes. ¿Que hay que ir en su búsqueda –como era este caso-?, a su búsqueda que va para embrocar, batir, quebrar y clavar en lo que se conjugan los cuatro verbos. Y la Plaza de Cuenca, boca abajo. La candela encendida y en llamas cuando ni siquiera tenía rescoldos. Cosas de la magia… Remate, con las cortas, elevó hasta el tercio final el nivel de emotividad del conjunto y las dos orejas que cayeron pedidas y concedidas con unanimidad a pesar del pinchazo previo al rejón definitivo. Tal había sido el lío que Diego Ventura había formado… Tal su exhibición de toda la tarde. Y es que la luz sigue sin techo ni cielo cuando nace del toreo del dueño de esta época del rejoneo.  
26/08/2015
 Cuenca
 dos orejas y dos orejas y rabo
Benítez Cubero