También Francia se rinde a Diego Ventura

Si el toreo es como es de especial, de mágico y de único es por la emoción que despierta y que genera cuando surge en toda su plenitud. Emoción que nace en el ruedo y que, desde ahí, se traslada multiplicada por cada corazón que la recibe, la acepta y la hace suya. Una emoción que requiere una condición sine quanon: que el toreo surja tan puro como es. Es ahí donde radica todo el secreto de las infinitas emociones que genera. También la emoción. La de hoy en Palavas ha sido una tarde de toreo y de competencia. De mano a mano en el cartel y en el ruedo. En el anuncio para convocar a la gente y en la plaza para conquistarla para siempre. Porque cuando los toreros lo dan todo, el toreo lo devuelve todo por igual. Y ahí ha radicado, una vez más, el triunfo de Diego Ventura en su primera comparecencia francesa de la temporada: en la verdad y en la emoción que ella emana. Y ante tres toros de condición muy diferente. Extraordinario por bravo y enclasado el segundo, Polvorero-4, como todo el encierro, de Hermanos Sampedro y premiado al final con una justa vuelta al ruedo que el propio Ventura aplaudió. Con movilidad pero de menos clase el tercero, aunque tuvo el condimento preciso para que la faena de Diego, sobre todo por Diego, surgiera emocionante y siempre a más. Y deslucido por manso, parado y rajado el primero, que no se prestó nunca al lucimiento del rejoneador. Tres toros, tres comportamientos diferentes y tres fenas distintas cada una con el patrón que las circunstancias requerían. La obra cumbre fue la segunda. Lástima que -raro en él- pinchara a ese toro, al que Diego le tenía cortado el rabo. Faena de altos vuelos ante un gran toro, Polvoroso-4. Ya de salida quedó claro que la obra iba a ser grande. Lo paró Ventura magistral, muy templado, en la misma boca de riego, doblándose con el de Sampedro para meterlo en la pelea y embistiendo éste con un son de dulce. Un rejón porque había que cuidarlo. Era el momento de Sueño y Sueño enamoró a Francia confirmando todo eso que hablan de él... Un lío le formó Ventura al toro. Primero, galopando llevándolo cosido a milímetros del caballo en dos medias vueltas al ruedo de Palavas y la gente vibrando. Dos banderillas luego citando muy en largo, dejándose ver, dando los pechos y esperando a clavar cuando el toro se arrancaba y tenía todas las ventajas. Sencillamente, exacto... Otra dos vueltas dio Diego con el toro embebido en los vuelos de su estribo cambiándole el costado del caballo casi sin espacio para ello. Hervía Palavas rendida mientras despedía a este caballo que ya nace con leyenda. Maño demostró entonces que eso del tiempo de adaptación no es para los grande como él. ¿Quién dice que está debutando si pareciera un veterano cuando cita tan de frente, espera tan de verdad y quiebra tan ajustado? Coronó Diego su faena con tres cortas y un par a dos manos, otra vez, sencillamente exacto, y todo el mundo sabia que llegarían los máximos trofeos... Lástima que se los llevaran los pinchazos que precedieron al rejonazo final con Detalle. Aunque fue Palavas la que se queda con el sueño de haber visto a Ventura en Ventura... Como en el sexto. El Ventura que tiene cada resorte de la técnica del rejoneo en la cabeza e impregnada en la piel, en su pulso, en su tacto. Hizo debutar Diego en este último a Altozano, que tuvo la capacidad de soportar con arrestos y temple las oleadas del toro de Sampedro, frío y distraído de salida, pero que se calentó y encendió sus motores al efecto del único rejón de castigo que recibió. Inauguró el tercio de banderillas con Roneo, con el que dio también el rejoneador todas las ventajas al cinqueño, citándole siempre a favor de querencia, soportando que se arrancara midiendo, al paso, sin ir entregado y domeñando y venciendo que se pusiera por delante y cortara el viaje con brusquedad. Pero fue justo así como Ventura le ganó la partida al toro para disparar los niveles de la faena con Nazarí y recorrer por varias veces la mitad de la plaza con el astado cosido a menos de milímetros del estribo. Se movía el toro aunque no tuviera clase, pero eso, y la actitud a por todas del torero, le imprimían al trasteo la intensidad suficiente para que el tendido, silente al principio, se volviera caldera después. Ayudó a ella las tres cortas cada vez más por los adentros y las rosas a dos manos que clavó Diego para cerrar la faena a lomos de Remate y antes de cobrar un rejonazo entero en el que iba la culminación de esta obra y lo que se había quedado pendiente en la anterior. Cosas de figuras, que nunca se guardan nada... No fue nunca hacia adelante y de verdad el primero, distraído de salida y cada vez más parado conforme avanzó la faena. Dos rejones de castigo clavó con Suspiro antes de inventarse la faena en banderillas, siempre a favor todo del toro, dándole en los cites su querencia a los adentros para tratar de extraerle lo que tuviera, que fue siempre poco. Clavaba Diego echando literalmente a Nazarí encima para provocarle también y atarlo a la montura para galopar con él de costado. Aguantó el toro el embite lo que duraba la jurisdicción de su mansedumbre. Con Milagro obró Ventura el milagro también de que el tendido se levantara en tres banderillas al quiebro, muy marcados y espectaculares éstos. Remató con tres cortas, las dos primeras al violín, y cada una de ellas más y más cerrado el toro. El rejonazo fulminante no dejó lugar a la duda y cayó así el primer trofeo. Era el comienzo de una tarde de clamor y plenitud, de ésas que Diego Ventura tenía señalada en rojo en el calendario de sus expectativas y que, siendo así, no defraudó. Una tarde que tuvo toreo -del que es cimiento y del que es belleza-, que tuvo emoción -la que emana del toreo cuando es de verdad- y que tuvo un Sueño que sigue confirmando que es verdad todo eso que ya hablan de él...  
10/05/2015
 Palavas
 oreja, oreja y dos orejas
Hermanos Sampedro